“GNOSIS POR NEGACIÓN DE TRASCENDENCIA”
(LA POESÍA DE CHARLES WRIGHT )
por Héctor J. Freire
Interstices. We live in the cracks.
Under Ezekiel and his prophesies,
under the wheel.
Poetry's what's left between the lines:
a strange speech and a hard language,
it's all in the unwritten, it's all in the unsaid...
And that's a comfort, I think, (*)
En los libros sobre poesía norteamericana disponibles para el lector argentino, el nombre de Charles Wright no aparece nunca. Los hay sólo en inglés, en los que es nombrado discretamente. Sin embargo, su gran libro de poemas Zodíaco Negro, publicado en Estados Unidos, en el año 1997, recién traducido al español en el 2002 por Jeannette Clariond, y publicado por la Editorial Pre-Textos de Valencia, con prólogo de Harold Bloom, obtuvo en 1998, el Nacional Book Critics Cirle Award y el Pulitzer Prize.
A pesar de su calidad y reconocimiento internacional, Charles Wright sigue siendo un desconocido, y hasta hoy ninguno de sus poemas han sido publicados en la argentina.
Charles Wright nació en Pickwick Dam, Tennessee, en 1935, recientemente parte de su obra poética se recopiló bajo el título Negative Blue: Selected Later Poems, y que en realidad incluye casi todo el contenido de sus últimos tres libros.
Además, Wright es autor de catorce colecciones de poesía. Obtuvo el Premio a la Traducción por su trabajo como traductor del Premio Nobel (1975) Eugenio Montale, y del poeta hermético Dino Campana. Entre otras distinciones ha sido merecedor del Nacional Book Award (1983) por Country Music, también obtuvo el Academy of American Poets Award of Merit Medal (1992); su libro Chickamauga fue galardonado con el premio Ruth Lilly Poetry Prize.
La mayoría de los poemas de Wright giran en torno a tres ejes fundamentales: el paisaje, el lenguaje y la idea de Dios. Estos temas a su vez se enmarcan por una marcada religiosidad, como síntesis de una gran variedad de tradiciones. En este sentido Zodíaco Negro, su gran libro de poemas, respaldado por Harold Bloom, invoca en su estructura íntima tradiciones no sólo autóctonas. Una “rara avis”, que sin duda nos recuerda a la luminosa huella imagista de Ezra Pound; la reflexión eliotiana de Cuatro cuartetos, y también la presencia de San Juan de la Cruz, y Paul Celan, que en forma de relámpagos iluminan momentáneamente aquellas zonas oscuras de la experiencia, y el lenguaje de la poesía.
Si tuviéramos que relacionar estos poemas con la pintura, siguiendo la técnica llamada ékfrasis, entendida ésta como la transformación de un arte visual en otra forma verbal, causando así una confrontación única entre el tiempo y el espacio, entre la palabra y la visión, dentro de una sola experiencia sensorial. O sea hablar de una forma de arte en términos de otra, acercando y reconciliando directa o indirectamente, un medio artístico (la pintura), con otro (la poesía), podríamos establecer cierta intertextualidad entre la poesía de Wright y las pinturas de Cézanne, Morandi, Mondrian o Rothko.
El poeta intenta poner en yuxtaposición dos códigos distintos que no terminan de reconciliarse. Wright reconoce lo pictórico de su obra y el código del otro artista cuya obra se refleja en sus textos poéticos. De este modo, al intentar separarse del artista precursor, el poeta alcanza su propia originalidad. Esta cuestión amerita la problemática relacionada con los límites o fronteras de la obra de arte. Cada uno de los poemas seleccionados para esta muestra mínima, intentan o incitan a pasar más allá de los límites de su propio discurso poético. La pregunta obligada ante este tipo de poesía sería: ¿cómo es que un poema o una muestra de poemas puede quedarse dentro de la definición de la poesía cuando a la vez intenta ser o significar al distinto?. En este sentido los textos de Wright se constituyen a partir de la tensión o el conflicto entre la movilidad y la restricción, la tradición y la “traición” de la vanguardia. Y al ir más allá de los límites del discurso canónico, el poeta inscribe cierta tradición (Celan, Montale, Eliot, Pound, Tu Fu, Morandi, Cézanne, Rothko) en sus textos. Así su presencia se refleja en su ausencia. Esta dimensión metapoética que al reflejar elíptica o directamente otro texto de otro medio artístico en el suyo (la pintura, manuscritos gnósticos antiguos), invariablemente echa luz sobre el simultáneo proceso generador y destructor de la creación artística: “para construir una mesa de madera hay que destruir un árbol”, decía Sartre. De esta manera, los poemas de Wright son un repositorio de otros textos y también indiscreto comentario de los mismos. Ahora bien, estos poemas ¿niegan o afirman? ¿Clausuran o complementan?
A propósito, el prólogo que Harold Bloom escribió para Zodíaco negro resulta ilustrativo, o al menos “disparador” para nuevos interrogantes de la poesía de Charles Wright:
“Zodíaco negro es el canto central, el Purgatorio, de la tercera trilogía de Charles Wright; Negativo azul que ha de ser leída en relación con sus trilogías anteriores, Country music y El mundo de las mil y una cosas……
Wright se parece, en su generación, a Mark Strand; no que uno recuerde a otro, sino que ambos destacan por su seriedad y excelsitud y heredan lo mejor de los poetas que inmediatamente les precedieron: John Ashbery, James Merrill y A.R.Ammons.
Desde un punto de vista espiritual, Zodíaco negro asume la paradoja de ser al mismo tiempo gnóstico y agnóstico. No niega nada, no afirma nada. Abreva en dos fuentes: la Biblioteca Nag Hammadi, textos gnósticos antiguos y Paul Celan, gnóstico judío moderno, cabalista decididamente desesperado.
Los poemas que más me interesan de Zodíaco negro son el primero y el último, “Apología Pro Vita Sua” y “Disjecta Membra”. La sombría visión gnóstica de la llegada de la primavera, en el primero, y, en el último, la esencia del gnosticismo ancestral escrito en una cita memorable:
La restauración de la naturaleza de los que son buenos
ocurre en un tiempo sin principio.
Encuentro en lo anterior la semilla esencial, si no de Zodíaco negro, sí de Charles Wright. Lo bueno en uno suele ser lo más antiguo, mas no como naturaleza ni alimento.
La obra de Wright, y en especial Zodíaco negro, es extensa y compleja, y nada complaciente con lo que algunos lectores podrían llamar transparencia. Sus poemas no se agotan en la inmediatez de la lectura rápida, sus formulaciones van más allá de lo que comprendemos en primera instancia. Al decir de Ángel Rupérez, “dejan en nosotros simultáneamente una sensación de expansividad ajena al mero saber de qué se está hablando. Comprendemos y no comprendemos a la vez, una señal inconfundible de grandeza que nos obliga a perdernos en los vericuetos de la alusividad prodigiosa de las palabras.”
En el ensayo Misterio, poesía y razón (1986), el poeta Yves Bonnefoy llama a esta paradoja misterio, y en poesía llamamos misterioso a lo que se escapa. Lo que está fuera del juego de los conceptos y que no tiene más que un lugar posible, el espíritu. “Esa epifanía silenciosa, el misterio que nos hace maravillarnos por la cosa, por el acontecimiento más ordinario.”
De ahí, la relación entre la pintura de Morandi y los poemas de Wright. Artistas de lo efímero, sin embargo la energía de sus obras no es ni íntima ni nostálgica, no estaban enamorados de la apariencia de las cosas, sino del “proyecto” de esa apariencia: “lo visible que empieza con la luz, pero en cuanto hay luz, hay sombra”. A través de esta paradoja se re-vela la emoción. Y el único modo de expresar una emoción en forma de arte, es según Eliot – y en este punto ambos poetas dialogan y se conectan -, encontrando un “correlativo objetivo”, en otras palabras, un grupo de objetos, personajes, una situación, una cadena de acontecimientos que deberían ser la fórmula de esa emoción particular; tales que, cuando los hechos externos que deben terminar en una experiencia sensorial sean dados, la emoción sea evocada de inmediato. También en los poemas de Wright, como en los de Pound, Celan o Eliot, ese “correlativo objetivo” es un instrumento de precisión.
Hay una naturaleza religiosa indiscutible en Zodíaco negro, una intención de re-ligar, de volver a unir, distintas especulaciones cosmológicas y teosóficas que habían formado la parte más considerable de las antiguas religiones de Oriente, y que los gnósticos neoplatónicos habían adoptado también en Occidente. En este sentido la poesía de Wright, puede entenderse como un cierto fenómeno de “sincretismo”. Pero esta actitud poética, no significa que nos encontremos ante una obra plagada de retóricas declamaciones vacías. Muy todo lo contrario, lo religioso en los poemas de Wright tiene un carácter interrogativo, de negaciones y dudas que se proyectan sobre el espacio de su propia lectura. Y volviendo al prólogo de Harold Bloom: la elocuencia de Charles Wright, siempre dubitativa al filo de una trascendencia por negación, se trasluce plenamente en Zodíaco negro. Aunque esa especie de gnosis, por negación de trascendencia, concentra paradójicamente, dones que son potenciados hasta llegar a una visión cuasi religiosa, pero siempre poética.
En síntesis, su poesía de algún modo, también testimonia un tiempo de maduración, que se vive como balance, en la que el deterioro que se impone como elemento “vaciador” de la vida, no impide que la misma siga exigiendo su fuerza, encarnada a veces en paisajes a la vez domésticos (E.E.U.U.) y lejanos (China, Japón, Italia), convertidos por el poeta en espacios vitales que se resisten a desaparecer. Quizás porque como nos dice el propio Wright: “la restauración de la naturaleza de los que son buenos, ocurre en un tiempo sin principio…….. Y lo que queda es siempre con lo que comienzas…… Ya que lo bueno en uno suele ser lo más antiguo…..Y muda es toda acción importante: desviarse del rumbo, aun fracasar, tiene algún sentido”.
(*) Intersticios. En las ranuras vivimos. / Bajo Ezequiel y sus profecías, bajo la rueda./
La poesía es lo que queda entre líneas: una extraña palabra y un áspero lenguaje,
Todo está en lo no escrito, en lo no dicho…/ Y es un alivio, me parece,..