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WALLACE STEVENS

Té en el Palacio de Hoon, 13 maneras de mirar un mirlo y Los acantilados irlandeses de Moher

Versiones de Marina Kohon

Wallace Stevens pertenece al grupo de poetas que renovaron la poesía norteamericana del presente siglo. Contemporáneo de Ezra Pound, T.S. Eliot, William Carlos Williams, e.e. cummings, Cari Sandburg, el reconocimiento a su poesía y genio fue tardío. 

Nació en Reading (Pensilvania), en 1879  y muere en Hartford (Connecticut), en  1955, el mismo año en que logra el Pulitzer. Trabajó toda su vida como abogado de compañías de seguros con lo que su biografía no alcanza el relieve de los grandes mitos de los jóvenes poetas ni de los malditos.  Todo sucedió tarde en su vida: empezó a publicar a la edad en que otros suman ya varios libros en sus bibliografías; tenía cuarenta y cuatro años en el momento de la aparición de su primer volumen de poemas Harmonium. No siguió el camino de sus colegas que con su exilio voluntario llegaron a cultivar la leyenda de la generación perdida. Sintió como sus compañeros el deseo de ir a París y quiso estudiar algo relacionado con las humanidades. Pero su padre lo convenció para que permaneciera mejor en su país e ingresara en la escuela de leyes. Estados Unidos estaba entonces lejos de imaginar el desastre financiero de 1929; así pues, acorde con el optimismo de las primeras décadas del siglo, el joven Stevens se preparó para ser "alguien en la vida" dentro de la ortodoxa ética de su educación presbiteriana. Sin embargo, logra convertirse en un poeta de culto hasta nuestros días con miles de traducciones entre las que hay alguna de Juan José Saer que le servirá para su novela Glosa. 

Diane Di Prima, 1969

Té en el Palacio de Hoon

 

 

No porque en púrpura yo descendiera

              del ocaso a través de lo que vos llamaste

el aire más solitario, no por eso era menos yo.

 

¿Qué era el ungüento que  esparciste  por mi barba?

¿qué eran los himnos que zumbaban  detrás de mis orejas?

¿qué era  el mar cuya marea me arrastró hasta allí?

 

Fuera de mi mente  el ungüento dorado llovió,

y mis oídos crearon los  himnos  danzantes que escuchaban.

Yo mismo era el compás  de ese mar:

 

Yo era el mundo  en el que caminé,  y lo que vi

o  escuché o sentí   brotaba  de mí mismo;

y  allí me encontré más verdadero y más extraño.

 

 

 Tea at the Palaz of Hoon 

Not less because in purple I descended

The western day through what you called

The loneliest air, not less was I myself.

 

What was the ointment sprinkled on my beard?

What were the hymns that buzzed beside my ears?

What was the sea whose tide swept through me there?

 

Out of my mind the golden ointment rained,

And my ears made the blowing hymns they heard.

I was myself the compass of that sea:

 

I was the world in which I walked, and what I saw

Or heard or felt came not but from myself;

And there I found myself more truly and more strange.

Los Acantilados Irlandeses de Moher

 

 

¿Quién es mi padre en este mundo, en esta casa,

al pie del espíritu?

 

El padre de mi padre, el padre de su padre, sus-

sombras como vientos

 

Vuelven a un padre antes del pensamiento, antes del discurso,

a la cabeza del pasado.


Van a los acantilados de Moher levantándose de la bruma,
sobre lo real.

Levantándose desde el lugar y el tiempo presente,
sobre el pasto verde y húmedo.

Esto no es un paisaje, lleno de las ensoñaciones
de la poesía

y mar. Esto es mi padre o quizá,
es como él era.

un parecido, uno de la raza de padres: tierra
y mar y aire.




 

 

The Irish Cliffs of Moher

Who is my father in this world, in this house,
At the spirit’s base?

My father’s father, his father’s father, his—
Shadows like winds

Go back to a parent before thought, before speech,
At the head of the past.

They go to the cliffs of Moher rising out of the mist,
Above the real,

Rising out of present time and place, above
The wet, green grass.

This is not landscape, full of the somnambulations
Of poetry

And the sea. This is my father or, maybe,
It is as he was,

A likeness, one of the race of fathers: earth
And sea and air.

Fuente : WALLACE STEVENS,  from The Collected Poems of Wallace Stevens,  Vintage Books edition, 1990.

Trece formas de mirar a un mirlo

 

I

 

Entre veinte montañas nevadas

Lo único que se movía

Era el ojo del mirlo.

 

II

 

Tenía tres mentes,

Como el árbol

En el que hay tres mirlos.

 

 

III

 

En los vientos del otoño giraba el mirlo.

Era una pequeña parte de la pantomima.

 

 

IV

 

 

Un hombre y una mujer

Son uno.

Un hombre una mujer y un mirlo

Son uno.

 

 

V

 

No sé qué prefiero,

La belleza de las inflexiones

O la belleza de las insinuaciones

El mirlo silbando

O justo después.

 

 

VI

 

El hielo cubría la larga ventana

Con  cristales salvajes.

La sombra del mirlo los cruzaba, de aquí para allá

El modo

Trazado en la sombra

Una cusa indescifrable.

 

 

VII

 

Oh, delgados hombres de Haddam,

¿por qué imaginan pájaros dorados?

¿no ven como el mirlo

Camina alrededor de los pies

De las mujeres que los rodean?

 

VIII

 

Conozco los nobles acentos

Y lúcidos, inevitables ritmos;

Pero sé también,

Que el mirlo está implicado

En lo que sé.

 

IX

 

 

Cuando el mirlo se perdió de vista

Marcó el borde

De uno de muchos círculos.

 

X

 

Al ver a los mirlos

Volar en una luz verde

Hasta la amantes de la armonía

Gritarían agudamente.

 

 

XI

 

Él viajó por Connecticut

En un coche de cristal

Y un miedo lo atravesó

Al confundir

La sombra de su equipaje

Con los mirlos.

 

XII

 

El río corre.

El mirlo ha de estar volando.

 

XII

 

Atardeció toda la tarde.

Nevaba

iba a seguir nevando

El mirlo se detuvo

En las ramas del cedro.

Thirteen  forms to look at a blackbird.

 

 

I

 

Among twenty snowy mountains,

The only moving thing

Was the eye of the blackbird.

 

 

 

II

 

 

I was of three minds,

Like a tree

In which there are three blackbirds.

 

 

 

III

 

 

The blackbird whirled in the autumn winds.

It was a small part of the pantomime.

 

 

IV

 

A man and a woman

Are one.

A man and a woman and a blackbird

Are one.

 

 

 

V

 

I do not know which to prefer,

The beauty of inflections

Or the beauty of innuendoes,

The blackbird whistling

Or just after.

 

 

VI

 

Icicles filled the long window

With barbaric glass.

The shadow of the blackbird

Crossed it, to and fro.

The mood

Traced in the shadow

An indecipherable cause.

 

 

VII

 

O thin men of Haddam,

Why do you imagine golden birds?

Do you not see how the blackbird

Walks around the feet

Of the women about you?

 

 

VIII

 

I know noble accents

And lucid, inescapable rhythms;

But I know, too,

That the blackbird is involved

In what I know.

 

 

IX

 

 

When the blackbird flew out of sight,

It marked the edge

Of one of many circles.

 

 

X

 

 

At the sight of blackbirds

Flying in a green light,

Even the bawds of euphony

Would cry out sharply.

 

 

XI

 

 

He rode over Connecticut

In a glass coach.

Once, a fear pierced him,

In that he mistook

The shadow of his equipage

For blackbirds.

 

 

XII

 

 

The river is moving.

The blackbird must be flying.

 

 

XIII

 

It was evening all afternoon.

It was snowing

And it was going to snow.

The blackbird sat

In the cedar-limbs.

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