SUSANA SZWARC
Una poeta de larga trayectoria y con una poética original. Su libro Caracú, como dice su editor Carlos Aprea, es una fiesta ante los ojos del lector.
La Pecera publica una muestra de poemas de este libro y ponemos a disposición la descarga del libro completo, con el permiso del sello editorial platense Pixel.
Una fiesta del lenguaje
Por Carlos Aprea
Una fiesta ante los ojos del lector, un regalo, un motivo de celebración y gozo frente a un plato exquisito. Caracú es una fiesta. Una fiesta en su sentido casi perdido: potlach, regalo, juego, derroche de los sentidos, recuperados aquí en el compartir gozoso de un tiempo y un espacio que solo es capaz de brindar una escritura aferrada a la vida, al centro del hueso del vivir, con toda la aspereza que lo recubre, con toda la desolación de que somos capaces en éste único mundo tan poblado sin embargo de payanas, de piedra para lanzar al vértigo del aire, y de agua, para poner en la boca palabras que acaricien; de papelitos, donde guardamos palabras (aquí podría ir letras o frases) para que iluminen el camino a casa, en esas noches oscuras; palabras que suenan como vértebras; odradeks en la niebla de sentidos y contrasentidos, de sangre que corre entre nacimientos, matanzas o fiestas sin final previsible, en donde el pulso juega con el silencio y el sonido de las palabras (no se me ocurre, ji) (Y si fuera solo sonido como El sonido y la furia?, como esas voces que recorren, preguntando, preguntándose, como un divertimento, si una hormiga puede ser textual. Esas voces, que: ante un intento/ de ahogo, cantan… y un bondi se transforma en una fiesta, y las ampollas se curan por sí solas. Y la risa que viene del decir, dijes, por caso, y la risa que hace doler el estómago, la risa en el trance del vivir por encima, o el costado del miedo, de los terrores y los accidentes del tiempo, al costado de esas voces que saltan a la vida y abren al lector un universo personal, propio, y sin embargo recobrado, extrañamente recobrado por la maravilla de un lenguaje tan lleno de sortilegios como de luz.
Pulpa, a qué sabe.
Decir:
¿es una cuestión de idiomas?
Todavía tu tuétano no es mi caracú
(aunque les digan: sinónimos)
Como nuez cremosa,
como fruta carnosa,
como letra jugosa.
Hablamos, gesticulamos, rimamos
ridículamente, hermosamente.
Y mientras crecen los huesos,
los pastos, las letras, las risas
creemos paladear.
El caracú
Para comer un caracú, hay que tener
el honor de recibir ese huesito redondo,
agarrarlo con la mano y hacer un sorbido un sonido
que sólo sucede en el momento del encuentro
del hueso con la boca.
Pero tampoco tu hueso es mi hueso.
Nombro
y me asombro:
¿hasta dónde llega el carozo de la aceituna
que, bajo mi lengua durante todo el viaje,
recién escupí? Cruzó la frontera,
el muro, de un patio a otro.
Gesticulás como si yo dijera
algo extraño. Te escucho
murmurar: llegó el tercer mundo.
Hace cosquillas
tu pronunciación
aunque no sé qué
estás diciendo.
Mi caracú
resbala sobre la vereda,
deja su grasa sobre el oro que,
todavía, algunos
festejan hasta el tuétano.
Tu ventana del cuarto de Pessoa
De par en par
la luz de la mañana
rompe
de una sola vez en muchas veces
la abundancia ( las cosas que se
cargan infinitas al camión de la basura, hojas,
lo que habría de escribirse y más).
El rayo de sol, el más cálido
(si eso fuera posible)
fracciona la cortina justo
cuando Estévez llega al bar
y grita buen día.
El mozo sonríe y nosotros
desde el cuarto de enfrente,
desde el temblor de la luz,
también
sonreímos.
Por un instante
-como empujados por ese ventilador
que nunca, nunca
deja de girar-
leemos en voz alta: la liberación
de todos los pensamientos.
Guardamos esa frase
en papelitos antes
de salir a la calle.
Antes de encontrar,
todavía,
el camino de vuelta.
Voces
Te pregunto si llueve todavía.
Una pregunta tan torpe como pretender,
ahora, desde aquí,
saber
si es de día o de noche,
como si se pudiera responder
así nomás
a ciertas cosas.
Es otro continente, me decís.
¿Acaso cambia algo si sigue lloviendo?
No es lo mismo, diría
y me acerco
más
a la ventana.
-Está oscurísimo.
-No se puede pretender otra cosa
a la madrugada.
(¿De dónde viene esa voz?)
Me alejo. Alguien se puso a silbar.
Silba y sostiene con su sonido el mundo.
De paso
Si salieras Garza
de mis sueños
Garza de tus sueños
abierta al mundo
si volvieras antes del día
solo a nombrarnos
cada grano de arena
tantos
como campos
de refugiados: sin comienzo
sin fin y te apenaras
de nosotros
durmientes
¿saldrías otra vez a volar
a traernos en el pico
el color de las flores?
Aún así te cubrirías
Garza
los ojos con las alas.
Susana Szwarc nació en Quitilipi, provincia del Chaco en 1954. Estudió Psicología y Letras. Publicó libros de poesía y narrativa. Algunos en poesía: Bailen las estepas, Ed. De la flor (1999)/ reeditado en Ed. Liliputienses, España (2016); Bárbara dice, Ed.Alción (2004) / en francés: Barbara dit, traducido por Cristina Madero en Abra Pampa Éditions (2014); El ojo de Celan, Ed. Alción (2015) /en italiano: L’Occhi di Celan, Edizioni Fili d’Aquilone, traducido por Alessio Brandolini (2016) en poesía. En prosa publicó entre otros la nouvelle Trenzas (Ed. Legasa, 1991 y Ed.Entropía 2016); en 2019 en Austria por la editorial Löcker con traducción de Erna Pfeiffer; La muertita o la novela que, Ed. La mariposa y la iguana (2016); La Resolana (cuentos reunidos, Ed. ConTexto, 2018); Distancia cero (micorrelatos; Edic. Desde la gente). Ha publicado literatura infantil tanto en prosa como en poesía.
Recibió entre otros el Premio Nacional (iniciación) Poesía; el Premio Único de Poesía por la Secretaría de Cultura de Buenos Aires: Beca Fondo Nacional de las Artes; mención en cuento en el Premio Internacional Julio Cortázar..
Realizó la selección y prólogo de diversas antologías; por ej: Puentes poéticos, poesía de mujeres nacidas desde el 1976 en y España (Ed. Desde la gente, 2018); Antología de poesía para Feria del libro de Bogotá (Filba, 2018).