Latinoamérica: la cultura en metáforas
por Susana Ramírez
El vasto mosaico cultural que conforman las distintas regiones del continente, con sus respectivos procesos históricos, sus particularidades étnicas, su variedad de lenguas y costumbres, ha despertado desde los inicios especial interés entre pensadores y artistas, del que surgen los principales interrogantes: ¿en qué consistiría la identidad latinoamericana?, ¿qué herramientas teóricas son apropiadas para abordar esta y otras problemáticas de nuestra cultura?, ¿resultarían suficientes y adecuados los saberes importados de Europa u otros centros de estudio exteriores para dilucidar las cuestiones que nos son propias? Tal interés se actualiza cada vez que determinadas circunstancias obligan a considerar la identidad y el destino latinoamericanos en términos de autonomía y/o subalternidad respecto de otras culturas.
La reflexión acerca de la identidad cultural y de la autonomía intelectual latinoamericanas se remonta a la etapa posterior a las guerras por la Independencia del dominio español, cuando se hizo necesario reorganizar la vida pública y privada de las nuevas naciones. Los escritores que participaron en este proceso expresaron en sus textos la conciencia de la singularidad latinoamericana, diferente de la europea, y la necesidad de desarrollar un pensamiento propio que acrecentara la pertenencia de los nuevos países a la cultura occidental y universal.
En la actualidad, los estudios sobre la cultura de América Latina han llegado a constituir un sólido edificio teórico. Bastaría mencionar los trabajos señeros de Pedro Henríquez Ureña, Fernando Ortiz, Roberto Fernández Retamar, Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar, Antonio Benítez Rojo; Noé Jitrik, para dar cuenta del dinamismo y la pluralidad de enfoques puestos a desentrañar la riqueza y complejidad de nuestra identidad cultural. El proceso de construcción de un pensamiento propio continúa generando nuevas y valiosas investigaciones y puede sintetizarse empleando una metáfora de Fernando Ortiz: con los aportes de los mejores se ha venido cocinando un gran ajiaco conceptual. El ajiaco cubano, que incluye ingredientes de origen indígena, español, africano y chino, sirve como símil tanto de los procesos de mestizaje que dan como resultado una entidad cultural nueva, así como también de la heterogeneidad de conceptos que, entrelazados, integran el complejo dispositivo teórico destinado al estudio de la índole siempre desafiante de América Latina.
El crítico, editor y académico Raúl Bueno Chávez observa, en textos significativos de autores latinoamericanos de los siglos XIX y XX, que algunos de estos conceptos fueron expresados mediante metáforas concernientes a fenómenos tales como el mestizaje, la hibridación, la transculturación. Bueno Chávez advierte que estas metáforas forman series. Una de ellas, la serie de las metáforas vegetales o agrícolas, aparece vinculada con la cuestión de la autonomía cultural. Los elementos de esta serie son: la metáfora de la planta exótica en Andrés Bello, la metáfora del injerto y la de la semilla en José Martí, y la metáfora del Palo del Brasil en la poesía y el manifiesto vanguardista brasileño de Oswald de Andrade.[1]
La planta exótica
Andrés Bello, filólogo, jurista, pedagogo, ensayista, poeta, fue un impulsor del pensamiento propio. Su discurso “Autonomía cultural de América” (1848) en la Universidad de Chile donde fuera Rector, recomienda no copiar los resultados de la ciencia europea sino su espíritu creador, su independencia de pensamiento. No obstante, es en este mismo discurso donde emplea la metáfora de la planta exótica: “nuestra cultura es una planta exótica que no ha absorbido todavía los jugos de la tierra”. Para Bello, la función de nuestros estudiosos será la de hacer crecer esa planta foránea (la ciencia europea) aportando datos, informaciones que vayan incrementando los casilleros, los catálogos, es decir, el ordenamiento que ya se había venido realizando, por lo que sólo sus aplicaciones deberían adaptarse a las peculiaridades del país. No ponía en cuestión ni proponía modificar los postulados de aquella ciencia (que en parte era impulsada por el interés en los recursos naturales del continente), a la que consideraba superior y por tanto incuestionable. Desde luego, hay que considerar la época, el contexto en que estas reflexiones se producen y que constituyen los intentos primeros de un proyecto educación superior y formación de los futuros académicos.
El injerto y la semilla
En su artículo “Nuestra América” publicado en La Nación de Buenos Aires (1891), José Martí señala que la élite intelectual de nuestras universidades (a los que llama “letrados artificiales”) se limita a trasladar acríticamente fuentes europeas y se desentienden de las peculiaridades concretas de la población. Así, quienes están destinados a desempeñar funciones de gobierno lo harán de espaldas a estas realidades que desconocen. Martí plasma su idea de autonomía intelectual en la metáfora del injerto: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco será el de nuestras repúblicas”. El tronco lo constituyen los factores, las peculiaridades propias de la vida de los habitantes, al que se incorporarán los conocimientos de la ciencia europea, pero haciéndola depender del tronco, que será nuestra propia producción intelectual. A la metáfora del injerto Martí suma otra, “la semilla de la América Nueva”, de la que crecerá una planta autóctona, no foránea. De este modo, invierte la postura de Bello. La semilla de la que surgiría una planta propia es la metáfora cultural más importante para identificar el sentido de nuestra originalidad y autonomía.
El Palo del Brasil
El poeta Oswald de Andrade fue el impulsor de la Semana de las Artes (1922) que marcó el inicio del arte contemporáneo brasileño. Es el autor del “Manifiesto Palo-del- Brasil” (1924) donde propone una renovación poética y cultural que incorpore lo autóctono y original de la cultura popular brasileña, de raíz africana y aborigen, del mismo modo que los artistas europeos (dadaístas y vanguardistas) descubrían o revalorizaban el arte negro de los africanos y de los pueblos de la Polinesia. El Palo del Brasil, un árbol de madera roja muy apreciada por los colonizadores y traficantes, es la metáfora con que refiere a lo autóctono brasileño, a la herencia cultural de los pueblos originarios y de los negros esclavos. El Manifiesto habla de reencontrar una sensibilidad primitiva, de raíz local, para crear una poesía nueva, original, opuesta a la poesía anquilosada que se cultivaba en las Academias. Así, se contrapone lo que viene de Europa, lo importado, (en especial de influencia parnasiana), a una poesía y un arte de exportación equivalentes al Palo del Brasil por su carácter originario. Se trata de una revisión de la cultura brasileña a través de la valorización del elemento primitivo y salvaje, pero no del “buen salvaje” rousseauniano sino del indio bravío, el antropófago, el bárbaro. La idea se completa en el “Manifiesto Antropófago” (1928), donde Andrade propone asimilar, devorar las creaciones provenientes del mundo europeo para fundirlas con las nacionales, tal como los pueblos antropófagos devoraban a sus enemigos a fin de nutrirse de su valentía y de su fuerza. De modo por demás irónico, el tercer ítem del Manifiesto establece: “Tupí or not tupí, that is the question”, canibalizando a Shakespeare, y el décimo proclama: “Contra todos los importadores de conciencia enlatada. La existencia palpable de la vida. Y la mentalidad prelógica para que el señor Levi Bruhl estudie”.[2]
La serie propuesta por Raúl Bueno Chávez interesa porque señala el itinerario de un pensamiento latinoamericano que venía planteando cuestiones vitales: la orientación de los estudios, la formación de los dirigentes, el sentido y funciones del arte, en suma, la necesidad de una cultura autónoma, acorde a las necesidades y características de los habitantes, que no rechaza los aportes de otras fuentes sino que, por el contrario, se nutre de ellas pero las pone al servicio de sus propios fines. A través de estas metáforas conceptuales aportadas por distintos autores se nos invita, en consecuencia, a la propia reflexión acerca de las condiciones en que se debate nuestra cultura.
[1] Bueno Chávez, Raúl. “La falacia de las metáforas de cultura en la literatura latinoamericana”. Discurso de aceptación como Profesor Honorario otorgado al autor por la Universidad Ricardo Palma. Lima, 16 de junio de 2008. Los términos mestizaje, hibridación y transculturación cultural refieren a conceptos trabajados por Fernando Ortiz, Néstor García Canclini y Ángel Rama, respectivamente.
[2] Tupí hace referencia a los indios que habitaban las costas de Brasil al llegar allí los portugueses, y a la lengua que hablaba este pueblo.