SEIS POEMAS
de SANTIAGO SYLVESTER
Adelanto exclusivo del libro Ciudad que publicará editorial Pre-Textos
Santiago Sylvester ( Salta ,1942) es ensayista, poeta y escritor . También abogado, aunque hace tiempo que la profesión lo abandonó. Es miembro de la Academia Argentina de Letras. Premio Nacional de Poesía, Gran Premio Internacional “Jorge Luis Borges”, Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, Premio “Sixto Pondal Ríos” y el Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires (2008), en Argentina. En España recibió el premio “Ignacio Aldecoa” de cuentos, y el Premio Internacional de Poesía “Jaime Gil de Biedma”. Entre sus libros de poesía destacan: Escenarios (Verbum,1993), Café Bretaña (Visor,1996), Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 1996), El punto más lejano (Ave del Paraíso, Madrid, 1999), Calles (Ediciones del Dock, Buenos Aires 2004), El reloj biológico (2007) y Los casos particulares (2014). Su antología ‘La conversación’ fue publicada por Visor en 2017. En 1986 publicó un libro de relatos, La prima carnal (Anagrama) y en 2003 un libro de ensayos, Oficio de lector.
(un enigma quiere algo)
Un libro desvencijado con
600 años según el Carbono 14,
sin datos que lo expliquen;
se ignora el idioma, sus intenciones encriptadas, más que un libro
es un enigma: ¿un tratado de plantas inexistentes?
¿astrología ficticia? ¿engaño de un falsificador?:
el librero lituano Wilfrid Voynich
lo halló en los anaqueles de Villa Mondragone, próxima a Roma:
comienzos del siglo XX.
Un enigma quiere algo: sobrevivir.
Resiste el paso del tiempo como un hecho que le faltaba al mundo:
única prueba, convincente, pero no sabemos de qué;
alguien se tomó el trabajo
para una posteridad de la que tampoco hay noticias
salvo que seamos nosotros los testigos falsos de un accidente que
no vimos,
de una península que ni los cartógrafos detectaron.
Lo inexplicable
quiere existir
y por lo tanto existe: tal vez sea esto lo que tiene que decir.
(el lector)
Buena guía la curiosidad: en una casa
suele llevarme a la biblioteca.
Entiendo que alguien prefiera la cocina, el dormitorio: no es mi
caso;
me gusta estar rodeado de naufragios, crímenes, acechanzas, culpas
reales e imaginarias.
Ahora
estoy en las Azores, agradecido de estar donde estoy; de las Azores
paso al simulacro de un tiempo que no es éste,
un marinero me saluda, un campesino lleva a su padre en hombros,
alguien inventa un idioma,
y luego quedo en la mesa de un bar en México
beneficiado con esta suma: lectura y tormenta de verano.
A todo esto ¿qué opinión tendrá este libro de mí? Todo lector
quisiera saber qué piensa un libro de él;
y estos son algunos de sus pensamientos:
este hombre
está atento, subraya, lo atrae el detalle, me hace decir lo que no
digo,
lee entre líneas, toma café, busca una cita y no la encuentra;
recuerda erróneamente un nombre, destaca una anécdota a costa del
argumento;
se propone un cambio y a veces lo consigue:
le he tomado afecto,
debiera decirle que no siga, advertirle que esta historia termina mal,
que su entusiasmo no está bien orientado;
pero él no hará caso: lo sabe y no le importa,
es adicto hasta el final.
(lugares malversados)
El Foro Romano,
el Cementerio Judío de Praga,
la Capilla Sixtina, la Gioconda, Tiahuanaco,
el Ponte Vecchio de Florencia:
quién
puede tomar en serio que por allí pasó la historia, que el
encantamiento sucedió,
saqueados como están, pisoteados:
tierra ajada;
¿dónde queda la piedra del origen
con la muchedumbre que toma gaseosas, suda, saca fotos para el
desperdicio?
aquí
hasta el verbo ser es deterioro: Chichén-Itzá, la Alhambra, los
lugares de la adivinación, la basílica de San Pedro;
el que masca chicle
pisa donde no hay que pisar: lo sagrado existe
pero dónde.
Fotos, fotos, fotos: palabra fundadora ¿estás ahí?
(la historia paralela)
Este mundo, bien o mal, está hecho
de todo lo que ha sucedido, de lo que se ha dicho o pensado,
y el resultado es éste.
Sin embargo
también abunda el peso de lo inconcluso: “si hubiera ido…”, “si
aquel día…”, “si en aquella calle…”
más lo que no puede medirse con los cinco sentidos ni podemos
recordar: un punto de vista en modificación.
Lo que quedó como improbable para siempre,
lo que se detuvo al borde,
lo que no emprendimos porque era domingo,
porque no teníamos una herramienta a mano, por alguna cobardía,
porque nos faltó una taza de café: lo que hubiera podido ser
si no hubiera sido esto.
El mundo está lleno de posibilidades incumplidas;
una historia paralela que ya no será:
si quiere conocerla
repare en todo lo que no ha llegado a suceder.
(despedida del suicida)
Extraordinaria la cantidad de cosas que este hombre rechaza:
no digo que no tenga razón, es su vida lo que se juega,
pero allí caben las sinfonías de Beethoven, el trabajo de Verdi, lo
que avanzó Picasso sobre el siglo XX, lo que avanzó
Kandinsky; lo que nos sigue llegando de la Ilustración; el Siglo
de Oro con sus anticipos desde la Edad de Piedra; los
movimientos centrífugos de la poesía contemporánea
y todo el deporte que transmite la televisión.
No menciono sus recuerdos, son asunto privado: de eso
tiene que ocuparse él;
pero no vale la pena seguir con el inventario: este hombre
sólo ve la angustia en el minutero, o tal vez
ha llegado serenamente a una conclusión que nos excluye.
Nunca
fueron tan inútiles nuestras advertencias
como cuando lleno de olvidos voluntarios
y de decisión
abre un cajón que él conoce
y saca lo que necesita.
(“existo, luego pienso”, corrección de Kierkegaard)
Por estos callejones circulan las noticias: se nos vienen encima.
Mi historia personal conversa conmigo a la hora del almuerzo.
Lo desconfiable de la familiaridad se hace oír en cualquier lugar.
Las cosas sirven y también se estropean: de ambas
se valen la mano, el pie, la mirada.
¿Es posible dejar algo sin hacer?; si no está hecho, ¿cómo saber de
qué se trata?
De la mala memoria puede venir lo mejor: descubrir de nuevo el
Quijote de la Mancha, viajar como la primera vez, no
hartarse del asombro de la repetición; pensar lo mismo en el
mismo café
y saber, desde Plutarco, que una palabra es mitad del que habla y
mitad del que escucha.
Toda incomodidad trae una pregunta: bienvenidas las dos.
La mente no es un sitio acogedor, una casa con estufa y razones
tranquilizadoras;
y la calle es un panorama que nos pertenece: encuentros y
conversaciones
para los que cambian continuamente de lugar.