Omar Spósito
Cuadro de la bailarina que saluda
y otros poemas inéditos
Omar Emilio Spósito, nació en 1956, en Buenos Aires,
reside desde hace muchos años en Francia. Ejerció la docencia universitaria
en París durante 25 años. Actualmente es codirector de la editora Reflet de Lettres
en París junto a su fundador, Bernardo Schiavetta.
Es también poeta y traductor. Últimos libros de poemas publicados:
Sedes del ser (Ed. Dunken, Buenos Aires 2014); Pase lo que pase (Cuadernos de Hablar de Poesía/ Reflet de Lettres/ Audisea, Buenos Aires 2017), Vous ne croyez pas si bien dire –poemas escritos en francés- (L’Harmattan, Paris 2020).
Principales traducciones publicadas del francés al español:
Los umbrales del tiempo, de Christine Cadiot (Universidad de Paris XII/Huesos de Jibia, Buenos Aires-Madrid, 2020),
La golondrina roja, de Jean-Michel Maulpoix,
Huesos de jibia, Buenos Aires-Madrid, 2022.
Traducciones del español al francés:
Vuelos/ Envols, de Hugo Herrera (L’Harmattan, 2016) . Ofrenda/ Offrande, de Ricardo Herrera (Reflet de Lettres, 2018); Antología bilingüe de poemas de Mario Benedetti, Le Temps de Cerises/ Reflet de Lettres, París, 2023.
Es responsable de la edición de Plaza Francia/ Métro Argentine, antología de poetas contemporáneos en Francia (Reflet de Lettres/ Endymion, Madrid/París, 2023).
El cuadro de la bailarina que saluda
« Una superficie abstracta
en que la memoria de su materia
no halla sino formas interminables”.
Osvaldo Picardo
Yo tendría unos nueve años cuando
apareció un día en nuestra casa
un gran cuadro con una figura estelar:
era una bailarina saludando
exhausta y aliviada al final
del espectáculo que acababa de brindar,
con sus piernas plegadas en gesto de saludo,
su mano derecha abandonada
cerca del corazón. Unas rápidas pinceladas
cubrían su desnudez con un celeste diáfano
y luminoso que contrastaba
con el fondo oscuro del escenario
ya sin iluminar.
Dentro del marco, dorado y alveolar,
un terciopelo púrpura ceñía,
como protegiéndolo, aquel lienzo.
Ayer soñé que ese cuadro
había permanecido inmóvil
en aquella casa sombría, eliminando
toda mudanza real y cambio
de domicilio, de parejas, de épocas,
y que yo descolgaba luego de tantos años,
algo polvoriento y descolorido, mientras vaciaba
la casa de mi madre, que acababa de morir.
Al posarlo en el piso descubría la huella
que había dejado en la pared. Un rectángulo
más claro que el resto, que recordaba
el color original de la pintura de nuestra morada,
y sentí que ése era otro cuadro secreto, mudo,
que contenía todas las horas y los días que habían pasado
desde que lo colgaran ahí y que al sacarlo,
yo había roto el hechizo de la eternidad.
No había formas, pero sí una memoria que debía ser
adivinada, como la de la bailarina aquella,
hermosa, noble y lozana, que me recuerda otra belleza
que pasó, un rectángulo poblado de presencias
y de ausencias que aquel viejo lienzo desveló.
A mi madre Nélida González Calvete in memoriam
Epígrafe del poema de Osvaldo Picardo ”Hocinos-otoño VI, Museo de Arte abstracto, Cuenca, 1986”, del libro Una complicidad que sobrevive (2001), en versión de su antología (1996-2023) Y miramos cómo oscurece, publicada por Ediciones Endymion, Madrid, 2023.
Argentina
“¡Oh potro arisco de la juventud en qué isla ya
retoza tu galope!”
Hugo Herrera, Sumario
“En aquel tiempo yo tenía veinte años y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.”
Roberto Bolaño, Los perros románticos
Heme aquí
rasgando el polen mineral
de tu sujeto
bombero espermicida
apaga este incendio
de hombre intermedio
cada mitad mía
huyendo a su recóndito
sé que esto es triste y común
y sé también que ocurre
porque acabo de rastrearme
y porque se va acabando
la tinta pulposa de mi firma.
Juventud
adiós.
La pera
La pera espera su pena
y la maduración en la rama
del enjuto peral recordando lo dicho:
“No le pidas peras al olmo”.
Sus formas de lujuria la han perdido
y ahora encuentra en lo carnal
orgasmo, hartazgo y desilusión.
Las voces de abstemia y de circuncisión
la miran a medias, presagio sombrío, mala reseña…
La pera barrunta
la causa y la culpa que la despeñan.
Así nos enseña el ejemplo rudo
del deseo y de la resignación.
Mas alguien la viene a buscar,
del árbol la arranca recitando
su glosado nefando y criminal:
encubrimiento, masturbación y sensualidad.
Ya la van a ejecutar con cuchilla de armas tomar
el frío mortal lo siente en su carne circular
en este mundo ya no puede estar.
Ofrecida se la ve en un plato de cristal
abierta, jugosa y sin retén.
Se la come el que la coge y masticando se pregunta:
¿Por qué no se le piden peras al olmo?
La hormiga y el escarabajo
Nuestra plática se iba pareciendo de a poco
a un intercambio de olvidos.
Vos, la hormiga, yo el escarabajo.
Vos, ajetreada y responsable,
como en un supermercado y yo
indolente y sin trabajo,
como buen escarabajo.
Mucho hablabas, muy de prisa
y poco hablaba yo, con la brisa
encajada en los poros y entre ambos
aquella bruma incesante que cubriendo iba
nuestros recuerdos:
vos eras una hormiga vieja
y yo un viejo escarabajo. Los años
habían aspirado industriosamente nuestra memoria.
Visillos no había ni escarapela con polvo,
a media asta flameaba
la bandera de la patria desdibujada
y también, a lo lejos,
esas cosas que íbamos repitiendo
mientras alelados nos mirábamos
vos, hormiga, y yo
escarabajo.
Humo
Una inmersión fue
de oriente mongol y de pájaros altos:
un soneto desconfiado
perdido en las ramas del tiempo
un vaivén de medusas y de chapuzas morenas.
Descoloridas las causas y en el fondo de la casa, lentas,
una nada de alcurnia y una soledad menguada
por la amistad de los perros lisiados y la Biblia
de Casiodoro de Reina.
Otras paredes de azulejos constelados
y una amargura de cielorraso sin humo:
más allá del recuerdo, el olvido.
Las antiguas divisas a orillas del camino
que abre la niebla entre las zarzas y el miedo.
Descomposición no hubo
pero sí cenizas de plata y ecos de baguala
dejados al vacío en la jardinera
confundidos con la tierra y unos restos de pintura
junto a un rosario negro y una cruz.
A Griselda Cabrera, in memoriam
Remolacha
Remolacha, remolacha,
de nombre severo, poco agraciado, eres
prima hermana de la Señora Papa Patata pero
ni popular ni conservadora como ella:
tú enarbolas el color rojo de la sangre y de
la revolución y eres más dulce que ella,
como las coristas de antaño
que en luminosos teatros enseñaban sus
secretos dones de tubérculo
a unos mirones de apetito lingual.
Confidencial y a menudo ignorada, te machacan
y extraen un azúcar de baja calidad, azúcar
de tierra fría, más villana que la de caña,
de estirpe tropical.
Sufrida y resistente en el acto de amar, algo
gordita y utilitaria, no despiertas
una gran pasión vegetal. El comerte
exige modestia y resignación. Eso
para los más, que no han descubierto
tus talentos de entrega, herida de muerte,
en la masticación (huellas tardías
en las heces y en la micción).
¡Fiel camarada! ¡Hermana remolacha!
¡Quiero saludarte en la ensalada de hoy!
Fusilli, dados de queso de fuente ovejuna,
tomate en cubos, cebollín, suave pimiento,
aceitunas, orégano, severas alcaparras, infaltable /tomillo y tú,
remolacha, en el papel principal,
finamente cortada en sentido longitudinal,
desnudez cubierta de aceite de oliva virgen,
vinagre de manzana, pimienta roja
y un poco de sal de arisco mar.