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DOLORES ETCHECOPAR

7 poemas inéditos 

Nació en 1956, en Buenos Aires, Argentina. Publicó los siguientes libros de poesía: Su voz en la mía (1982), La tañedora (1984), El atavío (1985), Notas salvajes (1989), Canción del precipicio (1994), El comienzo (2010), El cielo una sola vez (2016), El deslumbramiento (2019), No hables tan rápido delante de la noche (2024) y una antología de su obra: Oscuro alfabeto (2012). En el año 2024 recibió un premio Konex de poesía. Desde el año 2010 dirige hilos editora, sello de poesía, en las tapas de cuyos libros aparecen algunos de sus dibujos y pinturas.

algunos muertos se van de los libros

donde vivieron

los lectores nos topamos de pronto

con piedras y agujeros en las páginas abandonadas

hace años ellos entraron a nuestras almas

y ahora     por no acostumbrarse       por no acostumbrarnos

se han ido sin decir agua va

atajen ese vacío

hagan algo con él

que no hayamos hecho los muertos

sean por una vez

nuestros anfitriones

 

 

por eso ahora camino

entre las piedras y los agujeros

de los libros que abandonaron los muertos

concibo una espesura tenue para ellos

un tintineo

un tris

 

 

 

                                     ***

 

 

 

 

 

 

 

el sueño se tragó a un niño

el sueño de muchos que corrían

en mutua devoración sin fin

el sueño se tragó a un niño

que hablaba con la noche más larga del invierno

aquí donde aún el roce de unas ráfagas

afina mis pensamientos

ráfagas de muertos y vivos

ráfagas de ternura y de guerra

pasan    y mi casa tiembla

voy por una calle

me acongoja lo que veo

como si a cada cosa le faltara bendición

y sólo fuera el vestigio de algo que se tragó el sueño

que se tragó a un niño

y a la ciudad donde nació

y a la calle que cruzaba corriendo

y al abrigo que hicieron con su nombre

quienes lo llamaron una y otra vez

nadie volvió a verlo 

hasta que un golpe de viento repentino

apartó al niño del sueño

y lo dejó fuera de sí 

al sol de su precioso desorden

 

 

                                               ***

 

 

 

 

mi lengua se trabó en la voz humana

y pedí amparo a una llanura que lee los labios del cielo

llanura en vilo       allá

donde respira un caballo blanco

y arriba respira un niño

y arriba respiran los bichos de luz y las nubes

y desde más arriba o desde muy abajo

respira la Nada

su respiración baja y sube

acuciante respira todo el tiempo

entonces mi lengua se traba en la voz humana

para huir cava un pozo como hacen las vizcachas

larguísimas galerías subterráneas

de las que al final siempre hay que volver a salir

al relente de una llanura       a su plegaria

de infinitos dedos que los pastos entrelazan

a los dedos de la Nada

 

 

                                                       ***

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

la frase no empieza aquí

se la ofrecí a mi perro como un hueso

él retrocedió       no quiso saber nada

las palabras que él acecha se acercan a la hoja en blanco

como liebres a los faros encendidos del auto

no hay que encandilarlas

porque mueren atropelladas

hay que esperar que se vayan corriendo entre los pastos

hasta que nos pierdan de vista

y se detengan      fuera de alcance

sólo entonces es el momento de traducir

lo que escuchan con tan justa atención

las orejas erguidas y trémulas

 

                                                          

                                                         ***

 

 

ahora que la noche se quedó pensando en los árboles

la ciudad se ha vuelto diminuta

en los confines del inmenso andén

el barrendero barre los restos del día

todo lo barre con grave esmero

salvo las lágrimas

salvo las lágrimas de todos nosotros

lágrimas radiantes en el inmenso andén

allí donde al final del día se duerme el barrendero

al abrigo de ese único resplandor

 

***

 

 

cada muerto lleva su recién nacido

la madre permanece en medio del jardín

al borde del pozo de los sueños

el hombre que apenas alcanza a divisarla

desde la ventana de un edificio

piensa que ella es un benteveo o una piedra

hasta que la madre se inclina hacia adelante

y con una rama escribe en el suelo

la palabra:       Hijo

y aunque las letras son invisibles para sus ojos

el hombre que mira por la ventana se sobresalta

el viento empieza a soplar

y levanta las letras del suelo

las traslada     así desvanecidas

al regazo del hombre que cierra los ojos y    

antes de morir

recibe a su recién nacido

 

 

                                                     ***

 

 

 

 

 

 

 

 

 

los pasos que di no llegaron    se oscurecían rápido

me dejaron afuera de la intriga que armaban

solo por seguir andando se fueron sin mí

me dejaron atrás o a un costado

de noche los escucho reunirse en un gran sollozo

y me despierto sobresaltada

ahora que no sé cómo     a dónde ir

así huérfana

de los pasos que di 

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