MARTHA VARGAS
Gestora, activista de la poesía, periodista y poeta de gran protagonismo en la Mar del Plata de fin de siglo.
La recuerda su amiga Susana Ramírez.
Y reeditamos su reportaje a Roberto Juárroz para Generación Abierta
La escritora Martha Vargas,
en el recuerdo
Por Susana F. Ramírez
En enero del año 2016, despedíamos con un adiós definitivo a la querida amiga y poeta Martha Vargas. Nacida en Lomas de Zamora, vivió gran parte de su vida en la localidad bonaerense de Azul y se radicó en Mar del Plata en la década del ochenta. Coincidimos ambas en el entonces Colegio Nacional N°1 Mariano Moreno de esta ciudad (hoy E.E. Secundaria N° 22), donde ejercíamos como profesoras de Lengua/Literatura. Cuando la conocí, Martha traía consigo su primer libro de poemas publicado, De ropajes y fantasmas (ed. La Lámpara Errante, 1982), un prometedor y atractivo ejemplar con ilustraciones del dibujante Rubén Roldán, que había recibido elogios de colegas y críticos y cuyo título, según el poeta Alfredo Veiravé, “lo sugiere todo: enmascaramientos, realidades develadas, la magia del amor, las promesas y agonías del tiempo”, motivos que reaparecen en sus textos posteriores. El libro y su lectura propició el diálogo y el descubrimiento de una mutua afinidad tanto respecto de los aspectos relativos a la labor profesional como también los culturales y personales, por lo que la afinidad devino prontamente en una amistad perdurable.
La escritura de Martha, concentrada en el misterio y en la búsqueda de lo trascendente, otorga al mundo imaginario una dimensión mítica. En el primer poemario, el yo poético se configura en el enlace de la historia personal con la historia de los pobladores originarios de la zona del Azul, entre la nostalgia evocadora de la infancia en el núcleo familiar, y la del pasado de la llanura, “la de las voces/de una raza sepultada”. Dos vertientes diversas que atraviesan sus libros y que evidencian tanto el intenso trabajo con el lenguaje como el ideario de la escritora. Al decir de la investigadora Norma Pérez Martín, estos poemas “se ofrecen métricamente con una justeza impecable y sonora”, aserción muy atinada pues destaca, ya en los comienzos de la poesía de Martha, la fluidez de la sintaxis y la búsqueda del ritmo poético ajustado a cada poema como una de las cualidades más notables.
A la par de la escritura poética, Martha ejerció el periodismo cultural colaborando en distintos medios con notas y reportajes a artistas y poetas, y tenía a su cargo la corresponsalía de algunas revistas culturales, a través de las cuales contribuyó a la construcción de un generoso puente de sociabilidad entre los poetas participantes. En especial, guardo entre mis recuerdos la imagen de Martha en el momento cuando distribuía uno de los primeros ejemplares del periódico cultural Generación Abierta, publicación que dirigía (y aún dirige desde su creación, en 1988) el poeta Luis Raúl Calvo, con la colaboración estrecha del inolvidable poeta y traductor Antonio Aliberti. La intermediación de Martha facilitó el contacto entre estos gestores culturales de la ciudad de Buenos Aires y algunos poetas allegados, de Azul y de Mar del Plata. De igual modo, tendió lazos entre los poetas marplatenses y el semanario La cultura en el Tiempo, del diario El Tiempo, de Azul, a cargo por muchos años de Juan Antonio Carrau, hacedor cultural quien dejara una honda impronta en el ámbito de las letras y las artes de nuestra zona. Más adelante, nuestra amiga fue corresponsal en Mar del Plata de la revista de cultura Francachela. Sus poemas fueron publicados en todos estos medios, donde se incluyeron poemas y artículos de escritores marplatenses, gracias, en gran medida, a la gestión de Martha. También, impulsadas por su entusiasmo, juntas compartimos la coordinación de un café literario en un ciclo que se extendió por casi tres años durante el cual, semanalmente, invitamos a conversar y leer sus textos a muchísimos escritores de la ciudad y de CABA, además de artistas plásticos, de la fotografía y de la música, integrantes de talleres literarios y editores de revistas, en fin, a una gran parte de los involucrados en el quehacer cultural marplatense por esa época, en el céntrico y emblemático café Dickens.
Pero volviendo a su labor poética, en La voz en el espejo (Epsilon editora, 1988), su segundo libro, la preocupación humanística predominante por aquellos años de retorno a la democracia se advierte en poemas tales como “Reina muerte”, “De lesa humanidad”, “Dogma”, “Crimen”, “Entierro de un soldado”, de un acertado despojamiento. Por otra línea ─que percibimos sutilmente vinculada con la primera─ transitan los textos que se inclinan hacia la introspección, la problemática del tiempo cósmico y el tiempo personal, la incertidumbre de la existencia y la nostalgia de lo perdido, y en ella cobran gran fuerza y sugerencia las imágenes sensoriales y las metáforas surreales, como en estos versos de “Mar-Dios”: “el tiempo de los arrecifes de corales y de las nieblas salobres/ y las gaviotas, reinas del vuelo, chocando contra la eternidad,/mientras picotean puñados de perlas colgadas de sus plumas,/El tiempo se acaba.” Otros poemas refieren a la posición subjetiva de quien intenta arrebatar los momentos vividos al fluir incesante del tiempo. “Soy yo sobre la quietud del camino/ganando en espacios de cámara a la muerte” (“Introspección”), voluntad de la palabra poética que reaparece en su tercer libro, Los paisajes diversos (1992) publicado en Hojas y Cuadernos de Sudestada, La Plata. En la primera de las dos secciones del libro, que lleva este mismo título, la escritura entrecruza tiempos y espacios disímiles para plasmar paisajes interiores captados por la “cámara” del poema: “La cámara dibuja la irrealidad de la hora, nave del misterio, /y los colores en la torre de los vientos del recuerdo” “Hora presente”). En estos paisajes, predominantemente urbanos y de resonancias autobiográficas, hay referencias a las lecturas que incidieron en la formación de la escritora y en el despertar de su deseo de escribir poesía: los libros abiertos “señalan /contornos y destinos: Vallejo, Neruda, Paz”, mencionados junto a muchos otros poetas (en “Calle”). Y en “Amor primero”, la adolescencia y el enamoramiento se entrelazan en la memoria de las lecturas compartidas de poemas. En este mismo sentido leemos el epígrafe del poeta Rainer M. Rilke destinado a quienes escriben, en el inicio del libro, o los versos de un poema (“Mar y muro”) referidos a Hölderlin, a cuya ensoñación poética el hablante lírico atribuye el poder de atravesar el muro que oculta el “secreto” de lo real; también epígrafes de escritores de distintos estilos y procedencias preceden a varios poemas ─Vicente Aleixandre, León Felipe, Herman Hesse, Antonio Aliberti, Ana Emilia Lahitte, Milan Kundera, Jacobo Fijman, Norma Pérez Martín─. Los recorridos personales de lectura, las preferencias señaladas, informan el apasionado interés por los materiales del oficio, así como una concepción altamente valorativa del hecho poético como un reservorio de cultura y conocimiento. Por tal razón, en Trashumancias, como se denomina la segunda sección del libro, tal como señala María Rosa Lojo en su nota-comentario, “el ojo se concentra en la intensidad de momentos decisivos”: los poemas evocan ceremonias, ritos, leyendas de la población araucana plasmados en visiones que otorgan carácter inmemorial a escenas de las culturas originarias.
El siguiente libro, Caminos hacia la ciudad (Plus Ultra, 2000) puede leerse como un largo poema compuesto por despojadas estrofas de versos breves y hasta brevísimos que trazan en la página una figura de apariencia fragmentaria. El conjunto evoca la marcha del caminante que viaja en búsqueda de la ciudad deseada (leit motiv del libro) mientras va desgranando su pensamiento, entre la sugerencia de los silencios. El camino es el de la búsqueda poética de respuestas a los interrogantes que plantea la existencia, a través de símbolos y arquetipos milenarios: el fuego, el espejo, el laberinto, la esfinge. La ciudad tangible ─la “ciudad de los dracmas” y del cínico tecnócrata─ desgasta al sujeto lírico, pero es la “ciudad mítica” en la que intuye se encuentran aquellas respuestas que alientan su búsqueda. Así, la utopía del poema es reivindicada, entendida como el espacio imaginario hacia donde se dirige desde siempre la palabra de los poetas: “Un solo cuerpo/ de palabras antiguas y voces nuevas”.
Además de los libros citados, la labor poética de Martha está incluida en las antologías: Setenta poetas argentinos (Plus Ultra, 1994), Poesía argentina de fin de siglo (Vinciguerra, 1996), Poetas argentinos contemporáneos (Eleusis, 1997), Entre la Utopía y el Compromiso. 16 poetas argentinos (Catálogos, 1997). Publicó Plaquetas Literarias (Dirección de Cultura, Municipalidad de Azul), el Cuadernillo Memorias del Silencio (Sudestada, La Plata, 1991) y Cuadernillo Festival de la Hoguera (La Barca, Mar del Plata). En 2009 obtuvo el tercer premio en el certamen de la Octava Convergencia Internacional de Poemas Junín País, y una selección de sus textos fue publicada por Ediciones de las Tres Lagunas, Junín, Provincia de Buenos Aires. Esta significativa producción da cuenta del trabajo continuo, a menudo incierto pero esmerado de la escritora, para hacer de la palabra poética el instrumento de iluminación estética de lo que considera perenne y oculto tras la superficie de lo contingente. Sin duda, el recorrido por los textos de Martha Vargas permite reconstruir una etapa de la actividad literaria marplatense y de la zona y, en lo personal, mantener vivo el recuerdo de mi buena y querida amiga.
LOS PLANOS DEL AIRE
Revisaba fotografías de sagas de otros tiempos,
allí estaban los tres elementos de Modigliani
trazados por unas manos cuencos de tibia arena
la belleza de los sueños de una herida antigua
en los muros de ladrillos de las ciudades
con sus secretos de cal
viejas higueras confundiendo los abrazos
hilos de agua avanzando por las hendiduras
como una mano cruzando el aire
en apoyo de algún razonamiento
después de la lluvia gota a gota con sonidos
de llamas crepitando por los relieves de madera seca.
Luego se alejará del fuego de la extinción
una delgada lámpara apagándose en el medio del recinto
banderas del azar la vida es ausencia
las casas se entrelazan para protegerse
los días de sol relucen en los planos del aire.