Leslie Allan Murray (Nabiac, 17 de octubre de 1938-Taree, 29 de abril de 2019), fue un poeta, antólogo y crítico australiano. Su obra, que se extiende a lo largo de más de cuarenta años, se compone de cerca de 30 libros de poesía, dos novelas en verso y dos libros con escritos en prosa. Su poesía ganó numerosos premios y era considerado como el más grande de los poetas australianos. Les Murray (tal como se lo conoce en el ámbito de la literatura) se formó en la Facultad de Arte de la Universidad de Sydney mientras se sumó a la Armada australiana como reservista. Entre 1963 y 1967, sus conocimientos de idiomas le permitieron trabajar como traductor en la Universidad Nacional de Australia.Por aquellos años, Murray también realizó viajes por varios países europeos y residió un tiempo en Gales y en Escocia. En 1971, decidió dejar de lado su carrera como traductor para dedicarse a la poesía a tiempo completo. Para entonces ya había publicado dos libros: “The Ilex tree” (en conjunto con Geoffrey Lehmann) y “The Weatherboard Cathedral”. Con “Selected poems”, editado en 1976, logró convertirse en un poeta reconocido en todo el territorio australiano. “Ethnic radio”, “The people’s otherworld”, “Late summer fires”, “Killing the black dog”, “An absolutely ordinary rainbow”, “Dog fox field”, “Taller when prone”, “Fredy Neptune” y “A working forest” son otros de sus libros.
Traducido a más de diez idiomas y candidato al Premio Nobel de Literatura, Murray se convirtió al catolicismo en 1964, a la edad de 26 años.
La historia y los paisajes australianos, la vida de los aborígenes y las tareas rurales son algunos de los temas que suelen aparecer en los trabajos de Murray, cuyas obras han sido traducidas a una decena de idiomas. “Su poesía es notable por su energía y por la delimitada fecundidad isabelina de sus imágenes. Al igual que los poetas del siglo XVII, a menudo es intelectualmente exigente, mientras que nunca renuncia a su pretensión de ser popular”, escribió su biógrafo Peter Alexander.
RETRATO DEL AUTISTA COMO CONDUCTOR DEL NEW WORLD
Un auto es además
un templo veloz. Ahí adentro
sólo te detendrían las almas de los policías.
¿Quién se atreve a llamarte
cuando apretás el pie en el acelerador
contra las puertas de la dura realidad?
¡Qué placer el del bastón de cambios!
Las granjas por eso fueron abandonadas. De segunda
a tercera, en el Mazda, uno se eleva al cielo
y de tercera a primera luego, ante el semáforo
te dibuja una C deprimente
de Caída libre.
Bajo el cielo que supera
lo irreductible, apenas estás vigilado:
podés soltar tu lengua,
practicar, echado en el pasto, más que el Griego;
podés saborear otras lenguas
“orotate parafundities”.
Son simplistas
los que dicen: el Artista es un niño,
ellos no aciertan: un artista
aún con hermanos, hermanas, esposa,
es un hijo único.
Entre autodidactas, solitarios,
fans de consultoras, enciclopedistas del campo
hay también códigos: nos reunimos
serios como príncipes y cambiamos opiniones:
“¿Sabés que hay murciélagos que vuelan de costado?”
Cuidado, Hitler fue uno de nosotros
Tenía una teoría. También contamos con estos genios
en cuyas disputas se oye algo así como un aficionado
adolescente que discuta evidencia y verdad,
y hasta líderes que murmuran: “Sufrir es burgués”
Pero mientras hago un cambio para pasar
a un camión con una montañosa carga,
pienso que conducir no es sino un dominio
al que se agarran los dominados.
Esto ha acabado de socavar viejas artes
para esconderse en nuestras entrañas.
Seguro que si vos me preguntaras
por dónde queda el New World, debería señalar
que está en tu maquinaria,
ese mundo florece de abajo de las autopistas
donde la tolva azul-verde-oro es una fronda sacudida
que un conductor siempre quiere evitar.
No hemos venido del New World
pero de él nuestros sueños se apoderaron.
Raros ecos habitan entre nosotros
de constantes explosiones, de globos que vuelan ajenos.
Claro que amamos nuestras ostras:
dentro soportamos lo insoportable. Claro, el costo es sangre.
PERFOMANCE
Fui esa noche una estrella, brillé:
era gambeteo y fuegos de artificio,
un cohete que culebreando hirió
la oscuridad con un paraguas brillante
y un chorlito recitando en un golpe de chispas,
era barullo de centellas que se abrían,
en capas y aurora desde una corona,
era fouettes, cataratas de ardiente pintura,
bengalas soldando el cielo nublado,
oro liberado de feroces garras del vacío,
un finale rojo lamido como salto de haka:
eso era el extremo de lo bueno!
Y como de costumbre tras un triunfo, yo,
por supuesto, no tenía consuelo.
AMANECER CON SALUD
Las estrellas se filtran tras un árbol
afuera en el tiempo silencioso de la luna.
La realidad se mueve capa tras capa
como mundos de cristal ahora llamados leyes.
El futuro queda justo detrás de tu cabeza,
justo sobre todos los horizontes está el pasado.
El alma quieta espera su promesa.