POR FAVOR, TENELO
de Jorge Dietsch
-¡Hacéme el favor, tenélo!—le dijo el muchacho, mientras le daba algo envuelto en una frazada. Y se fue corriendo hacia la escollera.
Él había llegado hasta la playa para relajarse un poco de los sinsabores de una semana difícil. Disfrutaba de esos momentos ya desde antes de salir. Sólo pensar en el sol tiñendo de rojo las nubes, anunciando vientos fuertes para ese día, y ofreciendo a la vez un espectáculo único.
Al bajar a la playa se había acercado corriendo un hombre joven con un bebé en brazos, envuelto en una manta, pidiéndole que lo tuviera.
Cuando miró hacia la escollera, todavía con la sorpresa y sin entender lo que pasaba, vio a una mujer que caminaba despacio, mirando hacia abajo, pero muy decidida: hacia el extremo. El mar rugía. Había ya bastante viento y las olas eran altas y llegaban a la playa dejando pequeñas montañas de espuma.
En la confusión y rapidez de lo que ocurría, alcanzó a pensar que solamente a él, y a esa hora, se le podía ocurrir caminar hasta la costa y bajar a la playa. Y pensó que qué diablos estaba haciendo allí y qué diablos le pasaba a esa pareja, que el hombre fue capaz de dejar un bebé en manos de un desconocido. No obstante, y sin darse tiempo a decidir otra cosa, lo había tomado en sus brazos. El bebé no lloraba. Estaba casi dormido. El muchacho, en cuanto lo dejó en sus manos, salió corriendo hacia la escollera. Ella sólo miraba hacia abajo. Y caminaba.
Cerca del extremo, la joven se detuvo. Levantó la cabeza y miró al cielo. Algunas nubes cambiaban del rojo al amarillo y se veía la ciudad que despertaba y ruidos de coches anunciando el comienzo del día, la respiración de la ciudad. Volvió a caminar despacio. El muchacho corría. El bebé se despertó y comenzó a llorar. Fue entonces cuando el joven la alcanzó y la abrazó, y se abrazaron. Parecía que lloraban, o que reían.
Entonces fue cuando él, con el niño en brazos, escuchó los aplausos. Se dio vuelta y los vio. Venían caminando por la arena con sus cámaras, con sus trípodes, contentos, riendo, diciendo que estaba muy bien, que no había que repetirla, que la escena había quedado perfecta.
Llegaron entonces hasta donde estaba él, recogieron al niño, le dijeron gracias y se fueron conversando con mucha animación. “Estás en la película”, alcanzó a decirle uno, riendo y saludando.
Jorge J. Dietsch
(Mar del Plata, Argentina, 1948) es médico. Actualmente jubilado. Ejerció y ejerce la docencia en medicina. Como escritor ha publicado cuatro poemarios, una novela, un ensayo sobre literatura y medicina (Medicina Literaria le llama) y ha dado talleres sobre este tema, enseñar medicina desde la literatura. Ha publicado también dos libros para niños y muchos cuentos en diarios y revistas.