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Pesadilla de la Bolsa planetaria: ¿qué sucedería si el reposo nocturno estuviera conectado al rédito del índice Dow Jones? Dormiré solo en el caso de que haya alza; a la primera caída de los títulos, responderá el  insomnio. Total sometimiento del individuo a las leyes del mercado.

Después me desperté.

                                                                        Valerio Magrelli

 

 

LA FICCIÓN DE LA CIENCIA

 

Desde los albores del cine, se ha ido conformando frente a una línea “realista”, que apunta a lo natural, lo verídico, ordinario y verificable. Y que se mueve dentro del marco de lo real, otra que construye mundos alternativos: fantásticos, extraordinarios, sobrenaturales, pero al mismo tiempo posibles y verosímiles. Cuyo objetivo es ampliar los límites de lo real, tratando de abarcar la rica e ilimitada realidad.

Estas dos líneas nacieron con los pioneros del cine: a partir de los Hnos. Lumiére se desarrolló la línea realista-documental (La salida de los obreros de la fábrica, La demolición del muro), y por otro lado la fantástica representada por George Méliés (El viaje a la luna, El viaje imposible, sobre las novelas de Julio Verne).

Una de las aproximaciones más inequívocas que podemos encontrar dentro del complejo corpus que constituye esta línea fantástica, y dentro de ella el sub-género de la ciencia ficción sea: lo que ya existe es superado por lo que aún no existe. Incluso podemos afirmar que en la ciencia ficción lo posible termina superando a lo real. Siempre y cuando la narración y sus planteamientos sean verosímiles, o sea, aquello que se parece a lo verdadero sin serlo todavía: una determinada instrumentalización como coartada de lo real, imponiendo así una fuerte impresión de veracidad. De ahí la aceptada masificación del género, siendo el mito uno de los elementos constitutivos, que junto a la ciencia potencian su verosimilitud, convirtiendo “lo imposible y disparatado” en creíble.

Los antiguos milagros de la religión, la magia o las fuerzas ocultas de la naturaleza, son sustituidos por la ciencia y sus nuevos avances tecnológicos.Este cine de ficción  especulativa-científica o de imaginación tecnológica, crea una duda, una vacilación en el espectador conocedor tan solo de las leyes naturales, frente a elementos extraños, que a la vez que lo desbordan le atraen. Este no reconocimiento claro entre los dos mundos (el real y el imaginario), su con-fusión de planos la hacen más que interesante para el lector-espectador del género.

“LA FICCIÓN DE LA CIENCIA/LA CIENCIA DE LA FICCIÓN”
(EL CINE Y EL FIN DEL SUEÑO)/LA CIENCIA DE LA FICCIÓN”

por Héctor Freire

Nautilus

Umberto Eco, opina que la ciencia ficción sería una especie de “remake” moderna de los antiguos textos de aventuras o de caballería, donde las astronaves y las criaturas de otros mundos, sustituyen a los castillos encantados y a los dragones. Y ensaya la siguiente clasificación:

  • ALOTOPÍA: podemos imaginar que el mundo es realmente diferente de lo que es, o sea, que en él suceden eventos que por lo general no suceden (que los animales hablen, que existan seres diferentes, “anormales”). Se construye pues otro mundo y se da por sentado que es más real que el real.

  • UTOPÍA: podemos imaginar que un mundo posible es paralelo al nuestro, que existe en alguna parte. Y éste se entiende en un sentido proyectivo como representación de una sociedad ideal. Por lo general constituye el modelo de cómo debería ser el mundo real. Aunque la mayoría de los grandes films de ciencia ficción, son en realidad anti-utopías: mundos de pesadilla, terribles y apocalípticos.

  • UCRONÍA: responde a la pregunta ¿qué habría sucedido si lo que   ocurrió hubiera ocurrido de otro modo?   Por ejemplo: si no hubieran crucificado a Cristo, o hubieran asesinado a Hitler cuando era un niño. Una especie de viaje en el tiempo. No al futuro sino al pasado. La ciencia ficción se convierte así en historia-ficción. Lo que interesa no es tanto la historia modificada, sino la mecánica de esta modificación.

  • METACRONÍA: por último el mundo posible representa una fase futura del mundo real presente, y, por distinto que sea del mundo real, éste mundo “imposible” hoy, es posible precisamente porque las transformaciones que sufre no hacen sino completar tendencias del mundo real. En síntesis, la historia sucede en un mundo anticipado, pero donde lo importante es la reflexión sobre la propia anticipación: la forma de una conjetura formulada a partir de las tendencias (¿autodestructivas?) reales del mundo actual.

 

También podríamos pensar a la ciencia ficción como un retorno a las fábulas y leyendas de antaño, o más bien la tentativa de renovar las más antiguas tradiciones de la humanidad, para acomodarlas a las exigencias del mundo tecnológico capitalista, y a “la simulación hechicera” de la ciencia. La cuestión es ofrecernos un mundo lleno de simulados matices, donde se confunde matiz con brillo superficial, y creatividad con “variada” repetición de lo mismo. Aquí no interesa cómo se cuenta una historia, sino hasta dónde se puede hechizar al público con más eficaces efectos especiales. Las imágenes son el producto de un despliegue tecnológico que convierte a los efectos especiales en un fin en sí mismo y no en una mera herramienta al servicio del relato. De ahí la omnipresencia y la obscenidad de los mismos, que terminan transformando al espectador en cuanto sujeto activo, en un pasivo consumidor. Esta fascinación por las imágenes se encuentra ligada a un tipo de seducción que constituye, por un lado, una reafirmación de las apariencias, y pertenece por lo tanto al “juego del artificio”. Pero simultáneamente, representa la estrategia esencial de este juego de superficie.   

En los últimos años la fantasía objetivista de la ciencia se convirtió, no en el sueño, sino en la pesadilla de la ficción, con sus planteos de futuros oscuros y apocalípticos, desde las anti-utopías de films como Metrópolis y 1984, pasando por Farenheit 451, hasta Brazil, Blade Runner  o Matrix.

A propósito, recordemos algunas características  del género, para despejar malos entendidos y  evitar ciertos prejuicios:   un film de ciencia ficción es ante todo una narración que trata acerca de una situación o problemática que no podría presentarse tal cual en el mundo que conocemos, pero cuya existencia se encuentra  hoy en “potencia de ser”,  y se funda en una conjetura, que por lo general resulta ser anticipatoria. En este sentido la ciencia ficción es una advertencia sobre el porvenir: el intento desesperado por recuperar lo que los griegos llamaban la phronesis (la prudencia, la responsabilidad, el equilibrio y la regulación) frente a la hybris (el desmadre, el descontrol destructivo), representado hoy por la expansión ilimitada del dominio capitalista y consumista del mercado, incapaz de poseer esa “prudencia”. Un sistema esencialmente destructivo, que hace cada vez más inhabitable la tierra. Y como el capitalismo no puede auto-limitarse, la preservación es una imposibilidad estructural.

La pregunta a futuro a partir del presente, que suele hacernos los films de ciencia ficción no es si hay necesidades para satisfacer, sino si tal o cual logro técnico son posibles. Si lo son, serán realizados y luego se fabricará la necesidad, a nivel global, de su consumo correspondiente. Los daños colaterales e irreparables, no se tomarán en cuenta. De ahí el primer malentendido: la ciencia ficción no trata sobre el futuro, sino sobre el presente. Es estrictamente de hoy, y está ligada a lo que se hace hoy con proyección a futuro. Una especie de “lupa”, que amplía las problemáticas actuales sobre los abusos sin control, y las pone en una perspectiva futura. Una reflexión crítica sobre el presente, porque el futuro se constituye expandiendo elementos actuales.

La otra característica, es que no hay género más paradojal y complejo a la vez: combina y funde algo tan supuestamente dispar como la “racional y sólida” ciencia, con la “inefable e imaginativa” ficción. Además de ser el género más provisorio, lo que ayer fue, y hoy es ciencia ficción, mañana dejará de serlo.

Incluso para el especialista Miquel Barceló, editor de la legendaria colección Nova, muchos de los temas clásicos del género forman hoy parte de la vida cotidiana: la inteligencia artificial, la permanente revolución en las comunicaciones, la bioingeniería, por ejemplo, ya no nos parecen ficción.

Hay un cambio cultural: creo que podríamos vaticinar la muerte de la ciencia ficción por disolución en el contexto, afirma Barceló.

El futuro es tan próximo para imaginarlo, que termina “comiéndose” a la ciencia ficción. Y hoy muchos descubrimientos científicos, parecen más ficción que cualquier film o literatura de ficción. La tecnología regula de tal modo nuestra existencia, que la frontera que dividía el presente del futuro se ha difuminado hasta desaparecer.

Sin embargo, muchos films de ciencia ficción resultaron  más que proféticos, como los que analiza Jonathan Crary en su libro 24/7 El capitalismo tardío y el fin del sueño, proyecto amenazante que podría volverse en poco tiempo aún más brutal.

Por último, podemos afirmar que no hay género más político que el de la ciencia ficción, ya que la misma trata sobre el poder, la lucha de clases, el control y la manipulación del estado sobre los individuos, la cuestión de la recuperación de la memoria como identidad arrebatada, el dominio ejercido por las megas corporaciones, y las resistencias que se arman, no solo para sobrevivir, sino para permanecer siendo humanos.

Pero a pesar de todo lo enunciado, el mayor prejuicio que aún se sigue teniendo, es el de considerar  a los films de ciencia ficción, como meros y superficiales entretenimientos de aventura, o de “baja intensidad intelectual”, para adolescentes o espectadores poco avisados, cuando en realidad son una profunda reflexión y un reflejo del mundo actual. 

Metropolis

 

LA CIENCIA DE LA FICCIÓN

 

Los films de ciencia ficción adoptan casi siempre la forma de una anticipación, y la anticipación adopta a su vez la forma de una conjetura, formulada a partir de tendencias reales del mundo real. De ahí que dicha narrativa cinematográfica, sea una narrativa de la hipótesis o la abducción; juego científico por excelencia, ya que toda ciencia funciona mediante abducciones.A la larga lista de los temas clásicos abordadas por el género, como ser: la supervivencia, el tema del doble, la monstruosidad, el viaje en el tiempo, las alteraciones del cuerpo, las computadoras, la creación de seres artificiales, los extraterrestres, la ciudad opresora, las consecuencias negativas del crecimiento ilimitado de la ciencia, la destrucción del mundo, la conquista del espacio, etc.., habría que agregar, una cuestión relativamente nueva, y que nos ocupa en este artículo: la problemática del sueño y el fin del dormir. Problemática que no es exclusiva de la ciencia ficción, sino que fue abordada en muchos films que pertenecen a géneros diversos, como por ejemplo Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese, Al límite (2010) de Martin Campbell,

El maquinista (2004) de Brad Anderson, Insomnia (Noches blancas, en argentina, 2002) de Chistopher Nolan, o Lost in Translation (Perdidos en Tokio en Argentina, 2003), de Sofía Coppola, entre otros, donde se tematiza sobre los efectos nocivos del no dormir, desde la perspectiva del policial, del thriller psicológico, o la comedia dramática.

Pero volviendo a la ciencia ficción, es más que interesante lo que plantea Jonathan Crary, en el citado libro  24/7 El Capitalismo Tardío y el fin del sueño, donde el autor rastrea a través de varios films, y nos advierte que el próximo paso del capitalismo del siglo XXI, aunque parezca fantástico, es acceder al sueño (ese tiempo “ambiguo” que hasta ahora había resistido todo intento de intromisión, para explorarlo, regirlo, incluso para suprimirlo) para explotarlo y extraerle valor comercial a nivel global. Muchos films de ¿ciencia ficción?, plantearon esta posibilidad: que el sueño puede ser expropiado. Que el sueño deje de ser el guardián del dormir. Su objetivo científico: reducir al máximo la necesidad de dormir. Objetivo que el capitalismo, viene llevando a cabo desde principios del siglo XX, en la que en promedio un adulto dormía diez horas diarias, luego se pasó a ocho horas diarias, y hoy se redujo a seis horas y media.

El poder del capitalismo se ejerce sobre los cuerpos. El dormir y el sueño, serían para el capitalismo una “pérdida de tiempo”. Ya lo había anticipado Marx: el capitalismo es inseparable de la organización del tiempo del trabajo, en tanto forma de producir plusvalía.

En definitiva se trata de extraer rentabilidad de todas las actividades del hombre, que éste permanezca en actividad laboral continua, o sea que consuma las 24 horas del día durante los 7 días de la semana. Y para ello es necesario que se esté unido a los servicios de interconexión, desde el nacimiento hasta la muerte.

No habría momentos de paz o de pausa, pues los ámbitos de trabajo, consumo y entretenimiento, la información y la gestión narcisista de la propia imagen se integran y coaligan entre sí en una misma temporalidad a lo largo de un mirador orbicular. Ya no habría “afueras”. En un mundo así, se alimenta el consumo visual de simulaciones eficaces, que confirman el estado de cosas imperante, y se castigan o desestiman las imágenes que pudieran reorientar la percepción y la vida anímica hacia encuentros y proyectos desligados de la pura autoadministración que no tiene en cuenta al semejante…, comenta Christian Ferrer en el prólogo al libro de Crary.

La hiperkinesia diaria le roba a la vida de los humanos la capacidad para demorase, y sus elementos reflexivos. Hoy vivimos un tiempo atomizado, donde todos los momentos –incluso el dormir- tienden a tornarse iguales, y no se distinguen entre sí, impidiendo que se crean formas divergentes e independientes, ya que este proceso temporal va acompañado de una masificación y homogeneidad cada vez más creciente. Al consumo ininterrumpido, le sigue aislamiento social e impotencia política.

El soldado insomne: como en el caso de Internet, que en sus orígenes empezó siendo explorada y utilizada con fines militares, y después se introdujo en los distintos ámbitos civiles, expandiéndose hacia usos industriales y comerciales, las investigaciones destinadas al “fin del dormir”, inicialmente formaban parte de la creación de un soldado insomne, incluyendo el desarrollo de una droga contra el miedo. Al decir de Crary, lo que se busca a corto plazo, es desarrollar métodos para permitir que un combatiente se mantenga, como mínimo, siete días sin dormir y, a largo plazo, tal vez el doble de ese tiempo, preservando, a su vez, un alto rendimiento físico y mental…..el soldado insomne resultará el precursor del trabajador o el consumidor insomne.

Ya en el año 1992, el director Roland Emmerich, llevó al cine con gran éxito de taquilla, Soldado universal (va por la cuarta entrega), protagonizada por Jean-Claude Van Damme y Dolph Lundgren. Dos soldados que mueren en la guerra de Vietnam, son resucitados como “súper soldados” (los “UniSol) en un proyecto secreto del ejército de E.E.U.U. Estos soldados son transformados en eficaces máquinas de matar, no duermen y casi no tienen necesidades humanas, salvo las drogas que les permiten no tener miedo, no sentir dolor y en especial no recordar.

 

La luz del día durante toda la noche: desde una perspectiva más cuasi-religiosa y psicológica que científica, Andrei Tarkovski, en Solaris (1972), basada en la novela homónima  del polaco Stanislaw Lem, nos propone la visión de supuestos “visitantes-fantasmas” de unos enloquecidos astronautas. Su singularidad proviene de la recreación de las culpas y complejos, como proyecciones mentales de los propios ocupantes de la estación espacial Prometheus, que pueden pasar de la ternura a agresiones viscerales. Y no del contacto con inteligencia extraterrestre, proveniente del océano del misterioso e incomprensible planeta Solaris. Incluso casi la totalidad de la tripulación de la base se han suicidado.

La advertencia anticipatoria del film, consiste en que la investigación llevada a cabo por el protagonista, el psiquiatra Kelvin, da como resultado  que las causas de las apariciones y las muertes, son producto del confinamiento prolongado en un espacio iluminado artificialmente, sin noche ni día, más la consecuente  privación del sueño, y no de intervenciones alienígenas. En este genial film de Tarkovski, el insomnio es crónico, el resultado: alucinaciones y pérdida del dominio cognitivo.

El empobrecimiento sensorial del entorno de la estación y la falta de un tiempo diurno debilitan la integridad psíquica que se aferra a un presente estable y da lugar al sueño, en cuanto portador de la memoria que se reubica en la vida de la vigilia. Para Tarkovski, esta proximidad entre lo espectral y la fuerza viva de la memoria es lo que vuelve tolerable la continua exposición y la falta de sueño, comenta a propósito, Jonathan Crary.

 

Imperativos de consumo: Equilibrium (2002) es un film de Kurt Wimmer, protagonizado por Christian Bale y Emily Watson, situado en un futuro distópico (utopía negativa) después de una guerra mundial. Donde las emociones han quedado proscriptas por el gobierno, como causa de la supuesta “decadencia humana”. Éstas, junto a los sueños son controladas mediante una droga sintética llamada PROZIUM. Todo aquel que se niegue a consumirla en forma continua, y elija tener emociones, es calificado como “ofensor de sentidos”, y condenado por “crimen sensorial” a la pena de muerte.

Muchos son los paralelismos con las geniales novelas Un mundo feliz, de Aldous Huxley, donde una sociedad se ofrece como utópica, gracias al sacrificio de los sentimientos. También con la novela 1984, de George Orwell (llevada al cine por Michael Radford), en cuanto a la absoluta opresión del estado, y su propaganda invasiva. Estos films, advierten y señalan la ruptura de los lazos sociales entre los individuos, y éstos con sus sentimientos y emociones personales, incompatibles con las demandas del capitalismo. Cuyos requisitos y objetivos de consumismo acelerado e ilimitado, es volverlos compatibles.

 

Todos los animales son más vulnerables cuando duermen, incluso el hombre: para finalizar, me gustaría sugerir para los que no las vieron todavía, tres films emblemáticos sobre las problemáticas planteadas: La jeteé (1962) de Chris Marker, Minority Report (2002) de Steven Spilberg (basada en un relato del año 1956 de Philip Dick, y El Origen (Incepción, 2010) de Christopher Nolan.

La Jeteé, es un film francés de 28’ filmado en blanco y negro, en realidad una fotonovela, con una breve secuencia de imágenes en movimiento. Terry Gilliam se basó en él para hacer 12 monos (1995). Tras una apocalíptica guerra nuclear, el mundo ha quedado devastado. Un grupo de científicos llegan a la conclusión que el modo de salvar a la humanidad, es mandar a una persona al pasado para pedir ayuda, o al futuro para buscar una solución a la situación del presente.

Historia de corte experimental sobre el poder de la memoria concentrada en los sueños. Donde los sobrevivientes se refugian en los subsuelos de ciudades en ruinas, aislados por completo de la luz del día. Todo depende de la recuperación de la ensoñación del protagonista. Los recuerdos como los sueños se presentan como accesibles a la manipulación del poder dominante. “La policía del campo patrulla incluso los sueños”. El desarrollo tecnológico hace de los sueños “productos” que pueden ser registrados, intervenidos y manipulados como cualquier otro “objeto” mediático.

En Minority Report, ubicada en el año 2054, el capitán Anderton (Tom Cruise), adicto a la droga “Neoroina”, perteneciente a la Fuerza de Policía “PreCrimen”, usa las visiones y sueños de dos hermanos gemelos y una mujer, con habilidades precognitivas que predicen y evitan asesinatos futuros, logrando una tasa bajísima de criminalidad en la sociedad. Pero hay casos en el que el futuro asesino de estas visiones, podría tomar una decisión inesperada y no prevista.

Para Rodrigo Fresán, lo que cuenta el film es “- más allá del aspecto anticipatorio- algo por lo que estamos pasando en estos días: la obsesión paranoica en cuanto a lo que puede llegar a suceder, y cómo impedirlo antes de que ocurra. El 11 de septiembre de 2001 lo cambió todo, o empeoró todo lo que ya estaba mal.”

En cuanto a El origen,  es quizás el más inquietante y demoledor de todos, ya que va más allá todavía: Incepción (título original) es el nombre de la multinacional para la que trabaja Don Cobb (Leonardo Di Caprio), quien al principio del film se encarga junto a su grupo, de extraer y robar los secretos que almacenan los empresarios de grandes corporaciones, “insertando” una idea para destruir a la competencia, a través de un sofisticado laberinto onírico, que multiplica el tiempo de la vigilia, cinco minutos de vigilia son una hora en el sueño. Esto se logra por medio de un dispositivo conocido como “la máquina de los sueños”. Ésta administra sedantes que le permite compartir el mundo de sueños construido por el soñador, para ser luego ocupado por proyecciones mentales (subconscientes) del sujeto al que se le extrae la buscada información.

La premonición que éste film plantea, es el poder absoluto del capitalismo, que puede llegar a tener, en un futuro no tan lejano, el de controlar y manipular los sueños, penetrando en los datos que éstos proporcionan. Se trata nada más y nada menos que del negocio más rentable: el negocio de los sueños.

 Como vemos, la mejor ciencia-ficción, siempre se apoya sobre los sólidos pilares de lo real presente y verificable. En este caso, el dormir deberá transformarse en un débil tejido que debe ser roto y embebido con sueños ajenos. Siempre quedará una gota de sangre por beber para el capitalismo.

 

¿Cómo puede dormir y soñar, un cuerpo infestado de consumismo?

Metropolis
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