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CARLOS BARBARITO

Cuatro poemas de su libro inédito"La botella de Leyden"

 

Fotografía: Claudia Gustinelli

Carlos Barbarito (Pergamino, Pcia de Buenos Aires, 1955) Es bibliotecario. Su obra publicada hasta el presente incluye libros de poesía y sobre artes plásticas. De sus últimos libros publicados: Piedra encerrada en piedra, La Plata, Hespérides, 2005 Les minutes quipassent, Foetz, Poietes, 2005 Figuras de ojo y sombras, Donostia, Bermingham Edit., 2006 Música humana y de paramecio, San José de Costa Rica, Colección Manija, 2008 Un fuego bajo un cielo que huye, Tenerife, Baile del Sol, 2009 Cenizas del mediodía, México D.F., Praxis, 2010 Feusous un ciel en fuite (traducción de Patrick Cintas), Le Chasseur Abstrait Éditeur, 2010 Paracelso, Excodra, Barcelona, 2014 Falla en el instante puro, Buenos Aires, Botella al mar, 2016 Otros libros Acerca de las vanguardias, Arte argentino siglo XX, Buenos Aires, Comisión de Homenaje a Jorge Feinsilber, 1990 Roberto Aizenberg. Diálogos con Carlos Barbarito, Buenos Aires, Fundación Federico Jorge Klemm Editora, 2001
 

Diane Di Prima, 1969

Puede ser este el último día…

 

Puede ser este el último día del mundo:

los cuerpos ni siquiera se rozan, nadie

escribe en los muros, ninguno abre su ventana

para que en pleno invierno se haga el verano.

Tarda ahora lo que llegaba, urgente y descalzo,

para darle tonalidad a la tierra

y darle un sentido al tumulto.

Qué no se evapora, qué no depende

de la furia del viento, del relámpago.

Qué respiración no se escucha, fatigada,

al borde de un pozo. Quién

no es aquí un mero número,

de la luz un remedo de luz

de un farol que se agota, colgado de una viga.

 

Mañana, tal vez, llegaré…

 

Mañana, tal vez, llegaré a tiempo.

Pero hoy no: me detiene un grito lejano,

por amor o auxilio, salido

quizás de una casa con un mínimo fuego

que a duras penas logra calentarla,

desde algún remoto bosque

con árboles que no resistirán

un nuevo embate del viento;

mañana, tal vez, cuando la casa

sea un helado recinto, incapaz de dar refugio;

cuando el bosque sea sólo unas cuantas ramas

rotas diseminadas; cuando al grito

le haya sucedido un profundo,

compacto silencio. A tiempo, quizás,

pero cuando ya no importe.

Lejos el agua y cerca...

 

É tornata l’agoscia del giorni lontano…

Pavese

 

 

 

Lejos el agua y cerca, la ausencia que, sin piedad, punza;

hay una voz que, con brutal ironía, ofrece al mundo una máscara.

En cuerpos y paredes, en los pasillos, un desierto.

Entre los ruidos y el tumulto, un desierto.

¿Qué se hace trizas y qué permanece intacto?

Se rompe antes del amor la carne.

Se extravían por igual videntes y ciegos.

¿Cómo puede morir lo que ya está muerto:

los charcos oscuros aunque les dé el sol,

las sombras contra las puertas, siempre trancadas,

los sudores que, al contacto con el aire, se secan?

 

 

 

 

 

 

Se frustra la descripción…

 

Se frustra la descripción y, otra vez, la sombra

toma el lugar del cuerpo; son hojas

con gruesas nervaduras y no sólo perfumes

y colores lo que se precipita. Debí

-siento- hendir la punta un poco más

en el fruto e ir más allá del mero juego

de vidrios y reflejos; abrazarte

en el momento de la lluvia.

Se frustra mi mirada, circunscripta a los ojos.

Las nubes se alejan, dejan un vacío

que ocupan enseguida miríadas de hormigas

que llevan la hierba, todavía mojada, al fondo de la tierra.

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