ANIMALARIO POÉTICO
selección y comentario por Héctor J. Freire
Los animales se parecen tanto al hombre
que a veces es imposible distinguirlos de éste.
K`nyo Mobutu
Las maneras en que se comportan los animales, las formas en que hacen frente a la problemática de la existencia, es algo que desde sus orígenes ha fascinado a los hombres. Incluso un animal “horrible”, nunca carece totalmente de alguna cualidad interesante o atractiva.
A propósito, el famoso naturalista Gerald Durrell recoge en su libro “Animales en general”, una anécdota muy ilustrativa:
Recuerdo que una vez, en Grecia, cuando yo era muy joven, estaba sentado a la orilla de un riachuelo que discurría perezosamente. De pronto, salió del agua un insecto que parecía recién llegado del espacio ultraterrestre. Se abrió camino laboriosamente por el tallo de un junco. Tenía unos grandes ojos bulbosos, un cuerpo carunculado apoyado en patas como de araña y, en el pecho, un artilugio curioso, cuidadosamente plegado, que parecía algo así como una escafandra marciana. El insecto siguió avanzando cuidadosamente por el tallo mientras el sol caliente le iba secando el agua de su feo cuerpo. Después se detuvo y pareció caer en trance. Su aspecto repulsivo me fascinó y al mismo tiempo me interesó, porque en aquel entonces mi interés por la historia natural sólo era comparable a mi ignorancia, y no lo reconocí como lo que era. De pronto advertí que el animalito, ya totalmente seco por el sol y tostado como una avellana, se había agrietado por la espalda y, mientras yo miraba, parecía como si un animal que llevara dentro estuviera tratando de salir. Al ir pasando los minutos el combate se fue acentuando y la grieta fue ensanchándose hasta que el animal de dentro salió de su fea piel, se agarró débilmente al tallo del junco, y vi que era una libélula. Tenía las alas todavía mojadas y arrugadas por el extraño nacimiento, y el cuerpo blando, pero, mientras yo observaba, el sol fue haciendo su labor y las alas, ya secas, se volvieron rígidas y frágiles como copos de nieve y adquirieron un dibujo tan intrincado como ventanas de catedral. También el cuerpo se le fue poniendo rígido, y su color cambió a un azul cielo brillante. La libélula agitó las alas un par de veces, haciendo que brillaran al sol, y después se lanzó a un vuelo inseguro, dejando atrás, todavía aferrado al tallo, el desagradable cascarón de su antiguo yo.
Nunca hasta entonces había visto una metamorfosis, y mientras me quedaba mirando asombrado el cascarón tan poco atractivo que había alojado al bello insecto brillante, me juré que nunca volvería a juzgar a un animal por su aspecto.
La presencia de animales en la poesía, dinamiza de algún modo, la evolución biológica. Al acercarse los textos poéticos a los animales, se comprende que todo ser vivo tiene un apetito de formas, al menos tan grande como un apetito de materia. Al decir de Gastón Bachelard, “es necesario que cualquier ser vivo, solidarice formas diversas, viva una transformación, despliegue –como vemos en esta pequeña pero significativa muestra poética- una causalidad formal verdaderamente actuante, enérgicamente dinámica”.
Sin embargo, como escribió John Berger, en su ensayo ¿por qué miramos a los animales?:”ningún animal confirma al hombre, ni positiva ni negativamente. El cazador puede matar y comerse al animal… El animal puede ser domesticado… Pero la falta de un lenguaje común, su silencio, siempre garantiza su distancia, su diferencia, su exclusión con respecto al hombre.” De ahí, este “intento poético” para acortar las distancias.
Recordemos también, que fue un animal la primera temática tratada por el hombre en la pintura. Y que posiblemente fue la sangre de animales el primer pigmento utilizado, así lo demuestran las pinturas rupestres de las cuevas de Lascaux, de los Trois Frères, de Volp, o de Altamira. Que las primeras escrituras se realizaron sobre piel de animal (pergamino). Y todavía más importante es el hecho de que se supone que la primera metáfora fue animal. Asimismo, la presencia de animales la podemos rastrear y encontrar a lo largo de las distintas mitologías, en los signos del zodíaco, en las horas, meses y días con las que el hombre organizaba y repartía su tiempo y el de los cultivos o cosechas.
Otro aspecto interesante a tener en cuenta, es que originalmente hombres y animales estaban en comunión (o sea formaban una “común unión”). Esta camaradería no sólo aparece registrada en las culturas “primitivas” o mal llamadas “salvajes”, paganas, mágicas, animistas o chamanísticas, sino también, en el imaginario cristiano, como así lo expresaran los Bestiarios medievales, o San Francisco de Asís en su poema “Cántico de las criaturas”, por dar solo un ejemplo.
Confeccionar un “inventario completo de animales”, y de cómo éstos son tratados por la literatura, sería una tarea realmente imposible. Sin embargo, hay algunos ejemplos paradigmáticos y/o emblemáticos: las fábulas de Esopo (animales humanizados), las de La Fontain o Samaniego (hombres animalizados), las ambiguas y poéticas de Monterroso; las grandes metáforas: el insecto innominado de Kafka, las metamorfosis de Ovidio, Moby Dick, la ballena blanca de Melville; el absurdo Rinoceronte de Ionesco; los “bestiarios” neofantásticos de Cortázar, o los paródicos de Arreola; los perros de Donoso, los salvajes-humanos de Kipling, London o Quiroga; los “crímenes bestiales” de Highsmith; las bestias salvajemente domésticas de Marosa di Giorgio; o nuestro primer cuento El Matadero, (“donde los animales hacen de hombres y los hombres de animales”). ¿Será que el hombre cuando se transforma en animal se vuelve dionisíaco?
Desde otra perspectiva, para completar “la idea”, conviene reflexionar sobre lo expuesto por Berger en cuanto a que “el animal completa a su amo, ofreciéndole respuesta a ciertos aspectos de su carácter que, de no ser así, no se verían confirmados. Es como un espejo en el que se reflejara una parte, nunca reflejada, de su dueño. Pero, puesto que en esta relación ambas partes han perdido su autonomía (el dueño se ha convertido en aquella persona especial que sólo es para su animal, y éste ha pasado a depender del amo para todas sus necesidades físicas), ha quedado destruido el paralelismo de sus vidas separadas. La marginación cultural de los animales es sin duda un proceso mucho más complejo que su marginación física. Los animales de la mente no se pueden dispersar con tanta facilidad.
Los refranes, los sueños, los juegos, los cuentos, las poesías, las supersticiones, el propio lenguaje no dejan de recordarlos. En lugar de haber sido dispersados, los animales de la mente pasaron a quedar incluidos en otras categorías, de modo que la categoría animal ha perdido su importancia. Fundamentalmente han sido asimilados en la de la familia y en la del espectáculo….Por último, su dependencia y aislamiento condicionan hasta tal punto sus respuestas que tratan todo lo que sucede a su alrededor, por lo general delante de ellos, que es donde está el público, como marginal. (De ahí que se apropien de una actitud por lo demás exclusivamente humana: la indiferencia).
Cabe al lector atento, encontrar una cierta homología o correspondencia puntal entre las diversas trayectorias formales de los distintos poemas; es decir, entre las formas poéticas que atraviesan los distintos animales aquí seleccionados. Que a su vez se caracterizan por un devenir formal específico.
Es entonces, cuando tiene vigencia la ecuación planteada por Roger Caillois, fundamental para reflexionar sobre la relación entre el animal y el hombre: “aquí una conducta, allá una mitología” (un poema).
Lo que conecta los actos de un animal a una conducta, también conecta las creencias a una mitología. Una lectura profunda y detenida de estos “poemas”, debería llegar a “proyectar” una conducta, una forma animal sobre una determinada problemática humana. De esta manera todo acto animal, es entonces poetizado y “poetizante”. Así, cierta “gratuidad” de los actos de los animales, es administrada finamente por los poetas aquí elegidos. El tratamiento formal del texto poético domina el “azar de lo pintoresco animal”, sin aplastarlo o anularlo.
En el mundo de las imágenes poéticas, la concreción del poema - a partir de la observación de determinado animal- no reclama el dominio de las causas eficientes que le dieran origen, y el espíritu del poeta, en su actividad imaginante, va a ser “descargado del peso de las cosas”. Llegamos así, a lo que Gastón Bachelard llamó una poesía del proyecto, que abre verdaderamente la imaginación. La cual demuestra también, que la naturaleza no es nunca un vaciado, que no se repite jamás. En este sentido, estas manifestaciones poéticas, proclaman que la naturaleza, al igual que la poesía es inagotable. “Animales en la poesía”: toda una connivencia de lo real y de lo imaginario. En tal “superficie”, no hay texto que al leerse, no repercuta sobre los otros, y modifique la perspectiva que se tiene en general sobre los animales. Y que al mismo tiempo no señale las características que aproximan los animales a los hombres, que no son simplemente biológicas como alimentarse o reproducirse, ni dictadas por el instinto como la lucha por existir o el amor maternal. Sino más bien, una descripción no de lo que vemos sino una mirada sobre la red de relaciones y correspondencias “secretas” entre el mundo animal y el humano, es decir, entre los otros mundos que componen este mundo.
Los textos seleccionados para “Animalario poético”, son una muestra aproximativa de dicho intento. Parafraseando a Octavio Paz, cristalizaciones verbales de dos formas predilectas del movimiento universal: el remolino y el torbellino. Cuyo símbolo, no por casualidad, es un animal: el caracol marino. “Poemas-caracoles en los que oímos el doble canto del agua y el viento”.
Para finalizar, diremos que este “pequeño animalario poético”, “operativamente” incompleto, abunda en digresiones, y que su “desorden” es voluntario. Hemos preferido entretejer poemas y ofrecer al lector, como dijo Borges en su prólogo al libro Historia de los animales”, de Claudio Eliano, una suerte de florida pradera. Un “paneo poético”, diríamos clásico (en el sentido que le da Italo Calvino al término: textos de los cuales se suele oír decir: “estoy releyendo” y nunca “estoy leyendo”. Textos que persisten como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone). Y de cómo los poetas – unos de renombre indiscutido, y otros de difusión injustamente menor – se sirvieron de la observación de determinados animales, para expresar y sugerir a modo de espejo crítico-reflexivo, ciertos aspectos de la existencia más profundamente humana.
El paraíso de los gatos de Remedio Varo (1955)
LA ANGUILA
La anguila, la sirena
De los fríos mares que abandona el Báltico
Para alcanzar nuestros mares,
Nuestros ríos y estuarios,
Que profundamente remonta, bajo el adverso curso,
De brazo en brazo, y luego
De acequia en acequia, cada vez más sutiles,
Cada vez más adentro, más en el corazón
De la peña, filtrándose
Por canales de lodo hasta que un día
Una luz lanzada desde los castaños
Enciende su brillo en charcos de agua muerta,
En los fosos que bajan
Desde los riscos de los Apeninos a la Romaña;
La anguila, antorcha, fusta,
Flecha de Amor en tierra
Que sólo nuestras quiebras o resecos
Arroyos pirenaicos devuelven
A paraísos de fecundación,
El alma verde que busca
Vida allá donde sólo
Impera desolación y sequía,
La chispa que nos dice
Que todo empieza cuando todo parece
Carbonizarse, sepultado muñón,
Breve iris, gemelo
Del que engarzan tus pestañas
Y haces brillar intacto entre los hijos
Del hombre, inmersos en tu fango, ¿puedes tú
No creer que es tu hermana?
Eugenio Montale
(traducción de Antonio Colinas)
EL TORO
Está cautivo-
Embozalado, anillado, atado
A una rastra
El toro es como un dios
A diferencia de las vacas
Vive solo, olfatea
La hierba suave cautelosamente
Para matar el tiempo
Se hinca, se echa
Y estirando una pata
Delantera se lame
Cerca del casco
Luego se queda
Con los ojos semicerrados
Comentario Olímpico sobre
El radiante paso de los días.
-El sol redondo
pule su laca
por entre los pinos
lustrosos
su sustancia es dura
como marfil o cristal
que no obstante el viento atraviesa
jugando
el toro cabecea
el felpudo pelaje
entre los cuernos y los ojos
como de rizados jacintos.
William Carlos Williams
(Traducción José M. Arango)
La rata es breve locatario.
No paga renta.
Repudia las obligaciones
Y persigue sus combinaciones
Jugando con nuestra astucia
Se esconde o se esquiva
El odio no daña
A ese enemigo tan reticente
Ningún decreto puede excluirlo
Tiene su ley, el equilibrio.
Emily Dickinson
( traducción Silvina Ocampo)
Simpatía (La rabia del gato)de R. Varo
Detalle de Jheronimus Bosch (1450-1516)'El jardín de las delicias'
Detalle de Jheronimus Bosch (1450-1516)'El jardín de las delicias'
Leonora Carrington, Pastoral, 1950
EL PUESTO DEL GATO EN EL COSMOS
Uno siempre se equivoca cuando habla del gato.
Se le ocurre por ejemplo que junto a la ventana
El gato se ha planteado en el fondo de los ojos
Un posible fracaso en la noche cercana.
Pero el gato no tiene un porvenir que lo limite.
A uno se le ocurre que medita, espera o mira algo
Y el gato ni siquiera siente al gato que hay en él.
¿Cómo admitir detrás del movimiento de la cola,
una motivación, un juicio o un conocimiento?
El gato es un acto gratuito del gato.
El que aventure una definición debería
Proponer sucesivas negaciones al engaño del gato.
Porque el gato, por lo menos el gato de la casa,
Particular, privado e individuo hasta las uñas,
Comprometido como está
Al vicio de nuestro pensamiento,
Ni siquiera es un gato, estrictamente hablando.
Joaquín O. Gianuzzi
PICAFLORES
Antes de correr la cortina frente a las calas
La velocidad se congeló en el aire.
Primero fue uno borroneando las alas
En el hilo desatado ante un gladiolo.
El otro cayó al lado en rebote pausado
Y giraron trenzando el tallo de la tarde.
No los habías visto hasta entonces. Luego
Leíste que tienen corazones enormes
Para el tamaño diminuto de sus cuerpos.
Y también
Que mueren de quietud durante el sueño.
Osvaldo Picardo
AL PEZ DE UNA PECERA
Por la irisada cuenca de tu vidrio
Giras y giras la obsesión ceñida
Del artificio glauco a que te obligan.
Un gajo de satén en tu ropaje.
Y el agua breve, la hierba desteñida
Y unas piedras que siempre reconocen
El muelle de la casa y la memoria
De ultramarina bóveda incesante.
Te permiten así pez de pecera
Y aún si juegas mal, no te despliegan.
Y sin embargo, mientras todo duerme
Y unas pocas algas trae la luna
Y mueven blandos buques las cortinas,
El mar que no posees te sustenta.
Héctor Miguel Ángeli
FUGA DEL PEZ
La trucha arcoiris
Al remontar el río
Rejuvenece para morir.
El secreto
Está en el agua
Que huye siempre a su pasado
El pez
Que es un lento instante
Ya se ha fugado
Del instante de su muerte
Por el agua
Que no tiene presente.
Leopoldo Castilla